Jean-François Botrel: itinerario de un hispanista bretón. Una entrevista de Christine Rivalan-Guégo

Para preparar esta entrevista disponía de dos documentos sumamente interesantes, dos egodocumentos : por una parte la primera entrega de su “Producción científica” ( que cubre los años 1963/2003) y por otra un “Ensayo de autohistoriografía” es suyo el título. Eso invita a una primera pregunta sobre los motivos que le llevaron a estos dos balances provisionales y aunque carezca totalmente de originalidad parece difícil no recordar también los años que le llevaron a elegir los estudios hispánicos en un momento en que no conocían el éxito que llegaron a conocer después.

El motivo primordial es el tiempo que pasa, porque la vida de un investigador siempre tiene un plazo que es la muerte, biológica o intelectual, y conviene, antes de que haya un desgaste demasiado marcado de la aptitud a pensar, empezar a recapacitar, a hacer algún examen de conciencia intelectual para una contribución a la historia colectiva. Por otro lado, si el investigador trabaja por iniciativas propias, también trabaja por encargos ajenos dentro de una línea en que decide o no inscribirse. El “ensayo de autohistoriografía” fue una conferencia para el primer encuentro del Instituto de historiografía Julio Caro Baroja. Me pareció que podía resultar útil esta reflexión sobre lo que era producir científicamente, no sólo las publicaciones –no llegan al 30% del medio millar de ítems que relacioné en mi  Producción científica - sino todo lo que antes había preparado esta producción científica (las ponencias, comunicaciones, etc.) y todo lo que después permitía evaluar la producción de los demás -evaluar es enriquecerse-, y la difusión para públicos no especificamente científicos como pueden ser los estudiantes o la sociedad en general.

¿Cómo se llega a ser hispanista cuando es uno un pequeño bretón que hasta los 14 años no tiene la menor idea de lo que es el mundo fuera de su propia ciudad natal? Creo que lo puede explicar fundamentalmente el sistema educativo francés y … el azar. Después de la Segunda Guerra Mundial, el sistema educativo francés permitió el acceso a la Universidad de una parte de los hijos de las clases populares o medias, eso por un lado. Yo nací en el 42, pertenezco a las llamadas “classes creuses”; mi generación ni tuvo que pensarse su porvenir. Se lo indicaba la propia sociedad que necesitaba la cooperación de todos los jóvenes que habían nacido durante la guerra. Luego, opté por ser hispanista... Tengo varias explicaciones. No sé si darlas todas...

Unas por lo menos.

La que más me gusta es la de llegar a ser hispanista como desafío a un profesor. Cuando se le hace la pregunta a un niño: ¿Qué quieres hacr cuando seas mayor? -Cuando yo sea mayor quiero ser profesor de español. Me miró con sorpresa este profesor que venía de Burdeos : un bretón difícilmente podía ser hispanista. Algunos años después me volví a encontrar con ese profesor, como colega ya, por supuesto no se acordaba : bueno, ya lo ves, ahora soy hispanista, soy Presidente de la Sociedad de los Hispanistas... Esto como desafío.

Pero también pueden entrar elementos inscritos en la memoria y el afecto. En mi casa, después de la Guerra Civil española, estuvo refugiada una familia vasca. Yo no llegué a conocerla pero esto estaba en la historia de mi familia. También me convenía cuando era adolescente aprender el español para hablar con los padres de una chica hija de republicanos españoles refugiados. También para un bretón del Atlántico funciona una forma de heliotropismo. Los estereotipos.... Hubiera podido seguir con una carrera de historiador o podía haber sido médico de la marina de guerra. Era la ambición de mi madre, supongo que por el uniforme ...

En su abundante bibliografía despuntan especialmente los trabajos sobre Clarín y La Regenta. Entre los aportes de los estudios sobre Clarín figuran la edición de las obras completas y la restitución para el lector contemporáneo del texto de La Regenta con las ilustraciones de Joan Llimona.¿Cómo llegó a interesarse por esta novela de Clarín? ¿De qué es reveladora la obra de Clarín?

Yo empecé a interesarme por Clarín no como autor de  La Regenta sino como periodista “nefando”. Un autor que no había podido entrar en el canón español por motivos ideológicos históricos. En la España franquista a Clarín casi nadie le estudiaba. Hablando con un asistente de idiomas asturiano en 1961, este me sugirió trabajar sobre Clarín. Opté por el primer Clarín periodista, el que desafiaba con su pluma de periodista a Cánovas y al sistema reaccionario, en el sentido etimológico pero también muy factual, de la Restauración en España (1874-75) hasta la llegada de Sagasta al poder (1881). Luego se publicó mi estudio bajo el título  Preludios de Clarín . El interés por Clarín, por una parte de su obra menos conocida, me parece fundador de una vía por la que luego he seguido que es no dedicarme a los textos canónicos, sino al entorno, al ambiente. Los condicionamientos de la producción intelectual, como decía yo entonces. No interesarme por un literato o un novelista sino por un intelectual. Es una opción de tipo ideológico. No acatar el canón recibido de la Universidad – incluso de la Universidad francesa – sino cuestionarlo con la propia producción de literatos mayores como Clarín. Después lo apliqué a Galdós, a Palacio Valdés y a Pardo Bazán.

Luego puede haber dimensiones que le escapan a uno, de tipo sicoanalítico. Creo que puede darse una relativa identificación con un personaje histórico. Ese Clarín, díscolo, desafiante, rebelde, puede parecerle a uno fascinante desde el punto de vista intelectual: comprometido, muy dedicado a las cosas del espíritu y anticlerical.

¿Cómo ha llegado a interesarse por La Regenta?

Al intentar traducirla, en 1965. pero lo dejé, por demasiado difícil y sólo veinte años después, gracias a Yvan Lissorgues, llegué a traducir una quinta parte de la novela. Si bien he dado clases sobre  La Regenta , mi interés científico por la obra siempre ha sido por los márgenes de  La Regenta : el erotismo, un tema central pero que literariamente no es el más señalado, la génesis de la novela, la puesta en libro de  La Regenta …

¿En qué medida le parece determinante el tema de la tesis para la continuación de las investigaciones?¿Le parece que orienta la continuación de la investigación?

Mi tesis versaba sobre la “comunicación literaria”. A base de calas dentro de este océano de la comunicación escrita, desde perspectivas sociológicas, de sociología de la literatura o del libro – en la línea de Escarpit más que de Goldman – he intentado cuestionar lo que había recibido como algo un poco dogmático de la Universidad. El texto literario, el que entra en las historias de la literatura, me parecía que no daba cabal cuenta de todo lo que se había producido. Su sistema de acceso al canón estaba ideológicamente marcado y lógicamente sospechaba yo que este proceso merecía explicarse. Opté por entrar en esta problemática por un punto intermedio: por la crítica literaria en la España del XIX – fue mi primera idea de tesis – , como mediación a nivel de superestructura y a nivel de infraestructura, entre el producto y el receptor, pero también lo que era el editor, el librero, cualquier trabajo de mediación material que permitía al escritor ser leído por un lector. Pero también, la “condición del escritor” (la noción de “campo literario” aún no se utilizaba), el proceso de alfabetización y escolarización… De ahí las primeras investigaciones publicadas y de hecho, mi tesis –  Para una historia literaria española – es una manera de cuestionar la tradicional historia de la literatura. “Para...” porque no se trata de una historia literaria como Dios manda. Se trata de contribuciones, de líneas de investigación y una investigación por cierto no acabada. No sé si puede tener algún término pero yo desde luego sé que nunca llegaré a acabarla.

Con motivo del Coloquio Homenaje que se celebró en Rennes en diciembre del 2004 a la iniciativa de la asociación Pilar se pudo medir la amplitud de cuarenta años de producción científica pero lo que llama la atención es la profunda coherencia de la investigación que se destaca, en particular la preocupación por el libro como objeto y por la dimensión histórica presente en casi todos sus trabajos. Sin embargo el enfoque evolucionó de manera perceptible y significante entre la primera formulación de su programa científico y los últimos planteamientos de investigación. Algo que resume también en una fórmula: “De la historia de la literatura a la historia cultural”.

La historia de la literatura es lo que recibí de la Universidad tal como se encontraba en los años 60. Esta historia de la literatura la cuestioné. Y lo casi traumático cuando uno se dedica a reflexionar es que por muy original que le parezca la pregunta, la conducta... se da cuenta de que el investigador del montón, el investigador medio, sólo acompaña la evolución de la sociedad, del pensamiento. Puede, en un momento adelantarse un poco, en otro momento manifestar cierto retraso. Pero globalmente, en la larga duración y 40 años es ya larga duración, he podido observar que lo que entonces me parecía a mí original de hecho acompañó cronológicamente, casi año por año, la evolución de un cuerpo -el hispanismo-, de una sociedad, la sociedad francesa y de las líneas de investigación. Por ejemplo, yo empecé con presupuestos marxistas claros, de la sociología marxista (algo –creo que bueno- me queda hoy de ese modelo), ese trasfondo ideológico luego cedió : es, por ejemplo, todo lo que es división entre superestructuras e infraestructuras, el interés por el cuantitativismo cuya presencia se nota al principio de mi producción científica. Ahora, aunque sigo pensando que son bases imprescindibles, no me intereso fundamentalmente por esa dimensión sino más bien por la historia singular donde el individuo está más presente y desde perspectivas más abiertas, no digo eclécticas, pero más abiertas a todos los posibles. Para que entrara en mis preocupaciones la dimensión sicoanalítica he tenido que esperar hasta los años 80 bastante entrados. Todavía me falta, por inaptitud o ausencia de formación, una mayor sensibilidad por los aspectos lingüísticos, lo que para mí es una gran frustración. Pero yo diría que ahora puedo justificar,  a posteriori , el conjunto de mis preocupaciones científicas desde un concepto que no existió al principio, sino que le aparece después a uno: una concepción global de la historia cultural.

Llama la atención la dimensión colectiva de muchos de sus trabajos. Aparte de una evidente afición o adicción al trabajo colectivo se ve también que fue ocasión para usted de transgredir las fronteras levantadas entre las diferentes disciplinas y eso desde muy pronto en unos tiempos en que no se valoraban estos tipos de trabajo. Son muchos los estudios llevados acabo con historiadores, bibliotecarios antropólogos ... ¿Qué ha representado y qué representa para usted el trabajo colectivo?

Entonces pensábamos que podía haber intelectuales colectivos. Un análisis un poco lúcido de lo que hacemos como investigadores nos permite comprobar que puede haber una dimensión egotista en el trabajo de investigador pero el trabajo se justifica solamente por su utilidad social. Si uno pretende ser útil tiene que buscarse los mejores medios y en este caso los mejores medios es aprender de los demás, formarse con los demás en la discusión y la coherencia de los demás. También puede darse una propensión natural, pero si observo lo que hemos hecho entre varios investigadores , dentro de PILAR o de “Pour une histoire culturelle de l’Espagne contemporaine”, esto responde a una lógica histórica de trabajo colectivo sobre proyectos colectivamente delineados que duran, que no son conyunturales. Yo como co-partícipe, como obrero y en alguna manera co- arquitecto de estos proyectos. También contaron para mucho los contactos que he podido establecer con historiadores, antropólogos, filólogos españoles y después, a partir de los años 90 con los historiadores franceses de la cultura y del libro, en una perspectiva más comparatista. Incluso, últimamente, volviendo a mis primeras aficiones, con el mundo lusófono. Eso le permite a uno progresar, recibir una formación continua. Cuando se reflexiona sobre lo que es la producción científica no suele tenerse en cuenta el debate no formalizado. La cantidad de horas que he dedicado a hablar, a debatir de todos estos asuntos son tal vez más importantes que lo que ha quedado plasmado en la letra impresa. Antes de la letra impresa hay muchas palabras y muchas relaciones interhumanas establecidas. Amistosas las más pero no siempre. Pero todas muy necesarias para que lo que queda, el texto impreso, se pueda explicar. La figura del investigador de gabinete me parece un invento. Requiere la investigación en su génesis esta atención por los demás y por supuesto un trabajo de divulgación.

Para seguir con este tema podríamos hablar ahora de  su participación en la historia del libro español. El modelo lo trajeron los historiadores del libro franceses (Martin, Chartier) y usted ha trabajado en ello al lado de equipos de investigadores españoles. Aunque sea posible referirse a una histórica relación cultural hispano-francesa es de suponer fue una decisión meditada que entraba en un proyecto de investigación interdisciplinario. Los resultados ya son efectivos y los ejemplos son muchos: la publicación de diferentes obras colectivas sobre la historia del libro español, la actividad de centros de investigación y la creación de un Instituto de la Historia del Libro en Salamanca que celebró su primer congreso en el 2002. En el día de hoy ¿cómo ve la continuación de esta empresa?

A la historia del libro o sea de la edición y de la lectura en España, yo me uní otra vez un poco por casualidad. Mis trabajos sobre el libro y la edición aunque bastante precoces (mi primer estudio sobre la Librería Ollendorff, con una tirada de ¡1 000 ejemplares!, se publicó en 1970) fueron bastante solitarios dentro del mundo de la historia del libro. En mi idea tenían que ver con la historia “total”, como decía Pierre Vilar. Eran para mí una manera de estar en contacto con los historiadores en general. Mi aportación iba por este lado: historia del libro, historia de la prensa, historia del impreso popular. Pero para que yo llegara a inscribirme más concretamente en la esfera de la historia del libro en España he tenido que esperar a que la Fundación Germán Sánchez Ruipérez publicara en 1993 una antología de escritos míos ( Libros, prensa y lectores en la España del siglo XIX ) y que luego me propusiera participar en la empresa colectiva iniciada por Víctor Infantes y François Lopez, como especialista del siglo XIX y XX sobre la  Historia de la edición y de la lectura . Si es verdad que la historia de la edición francesa es como un telón de fondo en nuestra visión de la historia, el que nos decidiéramos por una historia de la edición y de la lectura al mismo tiempo parece que era bastante novedoso aunque en  Histoire de l’édition française , la figura del lector, de los lectores y la recepción no se desestima ni mucho menos. Pero afirmarlo de esta manera fue un presupuesto que creo marca un momento en la historia del libro. Viene a ser una historia de la cultura impresa, del libro al lector, con una concepción abierta del libro, pero también del impreso en general, incluso en el caso del XIX del impreso periódico que hasta ahora quedaba reservado a los historiadores de la prensa. En esta problemática más amplia de los lectores, entran las lectoras, los niños, los lectores analfabetos... Por cierto, la empresa no puede resultar sólo a base de una iniciativa individual sino de conglomerar experiencias y aportaciones de muchos. En esta historia entran como 45 investigadores de todos los horizontes, desde los bibliotecarios hasta los especialistas de la historia de la literatura pasando por historiadores a secas, etc. Yo diría que es una historia total del sector del libro, de sus finalidades, de las prácticas…

Hoy, desde fuera (aunque como hispanista a veces me cuesta sentirme extranjero a ese mundo en el que mis colegas españoles me han permitido unirme desde el principio) veo que gracias al Instituto de la Historia del Libro y de la Lectura en Salamanca, gracias a grupos como el que se reúne alrededor de la revista  Litterae o el Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre la Cultura Escrita de Alcalá de Henares, gracias a la existencia – para el tema que mejor conozco, que es la historia del libro y de la lectura en la España contemporánea – de jóvenes investigadores e investigadoras productivos y buenos, como los coautores de la  Historia de la edición en España , pues el panorama va cambiando y creo que está correctamente delineado. Conviene evidentemente hacer la historia parcial y nacional de todos estos temas: hacer una historia del libro, de la lectura, de la edición, de la difusión, de la prensa, de las bibliotecas, etc. Pero ahora no se puede mantener una línea tan estanca, hay que pensar en comparar, cotejar, abrir las perspectivas al ámbito europeo como menos. La historia del libro, de la lectura en España no puede explicarse sin tener en cuenta a Hispanoamérica, no sólo por razones de mercado. Esta visión más amplia es la que me parece que tiene porvenir al margen de una visión renovada, por ejemplo: ¿Por qué estudiamos la lectura y nos olvidamos de que a veces los lectores escriben? La existencia de compartimentos estancos en la universidad francesa y tal vez en la española me parecen muy sintomáticos de cómo no se puede llegar a una renovación, a un cuestionamiento de lo heredado ; de cómo se puede llegar a no progresar como pudiéramos en el conocimiento de nuestro pasado y de los mecanismos que obran hoy en día y por supuesto tienen siempre una explicación histórica. Entonces un hispanista, como alguien que viene de fuera, puede arriesgarse a mucho más que alguien que ejerce en un departamento de historia o de filología española. Es un privilegio ser hispanista.

Ya hemos evocado en parte el siguiente punto que era a propósito del lector De la importancia que puede tener en muchos de sus trabajos. Un lector cuya percepción evoluciona y se completa a lo largo de los años hasta hacerse protagonista principal. Da la impresión de haber cuestionado el posicionamiento de éste desde todos los enfoques posibles, incluidos los más paradójicos como puede ser la oralidad del ciego en su papel divulgador de una literatura alejada de la canónica. Y más recientemente lo enfocó desde el mismo libro con Lector in libro ¿Qué nos aprende el lector a propósito del libro? ¿Cómo la historia de la lectura renueva la de la edición y ¿qué puede aportar a la historia de la literatura? Porque la historia de la literatura es algo que sigue teniendo mucha importancia, por lo menos en nuestro sistema y en nuestros esquemas intelectuales.

Yo recuerdo que empecé contando, no lectores, sino alfabetizados y analfabetos. Era una manera poco satisfactoria por cierto de plantearse el problema del lector. Ahora he llegado a contemplar al lector como una persona única y a interesarme por sus relaciones íntimas con el libro y con el texto. Esta idea de la lectura plural, ya en el año 1972 la había apuntado mi maestro Noël Salomon en un coloquio que organizamos con Serge Salaün en la Casa de Velázquez – “Creación y público” –. Este protagonismo del lector y de todo lo que venimos investigando o sea: el libro, la edición, la difusión…, ahora es tan obvio que parece mentira que todavía se pueda plantear una historia de la literatura únicamente desde el productor del texto, el autor, como se dice. La historia del libro y de la lectura aporta otra perspectiva. Podríamos pensar en una historia de la literatura, de las literaturas desde el punto de vista del lector. Sería una historia bastante distinta y de ella se deduciría otra relación con los textos, los libros, los impresos. Y lo mezclo todo adrede porque esto supondría que nos planteáramos hoy y retrospectivamente el abanico abierto de todas estas sucesivas relaciones establecidas por individuos únicos y relaciones únicas y la manera que tienen de cooperar en la producción del sentido pero también del producto físico, porque en el horizonte del editor siempre está un posible lector. Esta inversión un poco voluntarista de la perspectiva, creo que la estamos llevando a cabo entre varios y vamos a ver lo que da de sí dentro de lo que es la historia cultural de la literatura.

Ya que estamos hablando de lectores es difícil no recordar que hoy día se comenta mucho el desinterés por la lectura a pesar de una oferta inmensa y de un número elevado de posibles lectores. Quien interviene mucho en este tema es Alberto Manguel, tanto de forma teórica o artística como mediática para recalcar el placer de la lectura y su importancia para la formación de la persona. Como historiador del libro y de la lectura ¿cómo recibe este discurso sobre el tema?

¿Desinterés ...? Tengo un punto de vista más relativista. Cuestionando lo que se llama leer. Leer para muchos no es leer, es leer un tipo muy preciso de libros o de textos. Si nos fijamos en la lectura en un sentido amplío, la lectura está omnipresente en nuestras sociedades: se lee en pantalla, se lee un periódico, se lee un cartel, se lee una información para la vida corriente. Tener deficencias en esta aptitud para leer o sea para traducir en conductas un mensaje de tipo gráfico es un verdadero problema. Todavía algunas partes del mundo están en esta situación difícil, pero yo creo que tenemos que partir de esta aptitud básica para ver primero cómo los que no saben leer se las ingenian y encuentran medios para acceder al sentido que produce la lectura y eso desde siempre, cómo están al mismo tiempo marginados e incluidos, cómo pueden adelantar y progresar, hasta llegar a leer  La Regenta . Pero, antes de que llegáramos a leer  La Regenta ¿cuántos millones de lecturas no tenidas en cuenta se han producido? Podemos establecer jerarquías perfectamente, pero no podemos ignorar a todos los que no han leído  La Regenta y sin embargo han leído, de manera no “conforme”. El estudio del discurso de los discursos sobre la lectura es muy aleccionador al respecto: “No se puede leer esto.” “Se ha de leer esto”. “Pero no se debe leer en esta posición” ,“ No puede leer la mujer.” “No se puede leer novelas.” “Hay malas y buenas lecturas”. La parte prescriptiva de la lectura .Entonces si se suman todas estas dimensiones de la lectura que son lecturas excluidas llegamos a más diversidad. Llegamos a un mundo de la lectura muy tenido en cuenta por Alberto Manguel quien más como ensayista que como investigador del campo nos abre la perspectiva y nos llama a ser más tolerantes como profesionales de la enseñanza. Históricamente, ¿cómo podemos llegar a restablecer esa situación tan variopinta de las lecturas, de los lectores y de la manera que tuvieron de invertir sus propias expectativas, gracias a qué ayudas prestadas por el ser físico del libro y del impreso, con qué ayudas exteriores a la letra impresa a través de la oralización, del metro, del verso, de la imagen, etc. ? Por esta línea creo que tenemos bastante trabajo.

Se ha comentado bastante la situación del libro y de la lectura a finales del XIX en España. Ahora que se han corrregido los análisis esquemáticos ¿eso podría ayudar para una comprensión más matizada de la situación actual?

Sí, ya estamos en esta fase. Si uno estudia el número de alfabetizados, es una base imprescindible para comparar las situaciones, el número de libros conservados en bibliotecas, leídos en bibliotecas. Este tipo de datos que aún no tenemos de manera satisfactoria son imprescindibles para dejar sentadas unas bases permiten comparar situaciones pero no agotan la problemática. No agota la problemática saber que había bibliotecas y lectores en las bibliotecas, porque no nos dice nada de cómo leían, de por qué leían. Estas preguntas las tenemos que formular y ver cómo evolucionaron de manera original las situaciones respectivas de los distintos países europeos. Yo creo que la situación de España es en gran parte original por la persistencia de la oralidad como medio de acceso o de integración en la cultura común o nacional, o por las posibles resistencias a la integración lingüística. También creo que el estudiar eso permite de rebote relativizar muchas afirmaciones, por ejemplo sobre el sistema de educación uniformizador francés. También lo observo en las distintas historias de la lectura en el mundo occidental reunidas por Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, a propósito de las resistencias a las presiones ejercidas por los aparatos de poder opuestos a la autonomía como pudo ser la iglesia católica.

Antes hablamos de los aportes informales de las conversaciones yo quisiera hablar ahora a propósito de lo que dijo a propósito de la inscripción en la duración del tabajo de investigador. Así recuerda que “para poder empezar a hablar de una “biblioteca azul española” o del “lector en libro” fue preciso que transcurrieran 10 o 20 años y entre la edición de Preludios de Clarín (1972) y la de su obra periodística completa han mediado casi 30 años”. Esta importancia de la duración, la idea de tiempo y de plazo de la cual ha hablado también.

Investigar es invertir tiempo, se sabe. Pero se hace de manera parcial y cumulativa. Para llegar a estudiar lo que no salta a la vista, evidentemente hay que gastar mucho tiempo. Para llegar a publicar las obras periodísticas completas de Clarín, Simone Saillard, yo, en los años 60, y después, de manera mucho más sacrificada y obstinada, Yvan Lissorgues, hemos tardado veinte años y más en reunir un corpus. Aún faltarán algunos artículos perdidos en la prensa hispanoamericana o en la prensa provincial española. Pero para llegar a convencer a un editor de que podía y debía interesar a España la edición de la obra completa de Clarín hemos tardado diez años más. Entre los años sesenta y el año dos mil hemos dedicado tiempo a recoger este corpus pero también ha evolucionado, ha venido madurando la concepción que se tenía de Clarín. Clarín es hoy un autor legítimamente reivindicado. Uno de los grandes autores del canón universal. La conmemoración en el 2001 del centenario de su muerte fue el momento ejemplar de esta recuperación por toda España. Faltaba todavía la recuperación por la historia de España de todas las dimensiones de alguien que fue un gran intelectual y no sólo un novelista, y no sólo un cuentista, y no sólo un periodista, y no sólo un catedrático. Lo es todo. Llegar a proponer o a ofrecer al público, al lector, a los investigadores esta visión de un autor ha costado eso, cuarenta años. Por eso la investigación es tiempo.

Recientemente, en el seminario que celebramos en esta universidad, recordó a los estudiantes el planteamiento del concepto de cultura escrita que renueva las anteriores definiciones que se fundamentaban en una serie de criterios ahora en parte caducados. Para llegar a integrar formas como los no-libros a la cultura escrita hizo falta vencer resistencias a muchos niveles.

La resistencia mayor es mental. La asimilación del acto de lectura con la lectura de un libro por ejemplo es una visión heredada. La Universidad transmite pero también a veces cuestiona la herencia, el modelo. Llegar a pensar que el no-libro puede importar al lado del libro a mí no me parece tan revolucionario y sin embargo resulta serlo porque molesta. Lo mismo que decir que no existe la figura del “superlector”. Decírselo a un colega de la Universidad es algo que no le agrada porque él piensa que su lectura es una lectura autorizada, una mejor lectura y a veces piensan algunos que es la única posible. Por ejemplo un traductor sabe que de un mismo texto va a haber varias traducciones y sin embargo piensa que la suya es única. Entonces, conviene relativizar, abrir la perspectiva y hacerlo en mi caso de manera pragmática y positiva, sin pretensión teórica. A partir de estudios de casos comprobados, con fuentes, con documentos que puedo presentar, y si esto puede tener alguna relevancia teórica y servir para algún pinito hacia adelante, allí está la justificación de mi trabajo de investigador. Pero no entro en un debate meramente teórico o formal sino que procuro y pretendo apoyarme en casos. Para estudiar el no-libro hay que buscarlo. Todos aquellos impresos “menores”, los impresos que están en la librería del pueblo y por supuesto en su mnemoteca no se encuentran fácilmente. No suelen estar en las bibliotecas. Y sin embargo han existido o existen. Igual están el desván de una casa labriega de Cantabria o en el archivo de algún madrileño desconocido y luego se vierte a la calle y va al baratillo del librero de viejo… Y uno como yo lo encuentra y lo conserva y luego lo deposita en un centro bibliográfico. He visto que la Biblioteca Nacional ha empezado a valorar este tipo de impresos con una magnífica exposición en Madrid sobre las  Ephemera . Es síntoma de que aquella parte de la cultura escrita ignorada se empieza a tener en cuenta. Al tener en cuenta esos no-libros se tiene en cuenta a esos no-lectores.

Resistencia mental, pero también resistencia de otro tipo porque hay una jerarquía en lo que merece interés, lo que menos interés va a tener Estudiar no-libros sigue siendo percibido como inferior. Es como si se considerara que hay obras que merecen más los esfuerzos.

Bueno, yo diría de la misma manera que se puede hacer una historia de los potentes, podemos obrar por otra historia que es la historia de los humildes, de los desconocidos, de los no potentes, que es nuestra historia. Entonces, ¿ha de existir o no ha de existir una jerarquía? Sí, obviamente ha de existir una jerarquía porque una sociedad funciona según unas normas que también dictan las sociedades democráticas. La escuela debe ofrecer la posibilidad de construirse como lector de libros y de buenos textos y de textos canónicos. Pero sabiendo que es una meta y que no vale despreciar o ignorar todo lo que no entre en ese reducto tan elitista del buen lector de buenos libros .

Voy a cambiar ahora de tema y evocar su interés por el hispanismo. Son muchos los artículos publicados en relación con el tema desde el principio. Tampoco puede ser indiferente que haya sido Presidente de la Sociedad de los Hispanistas Franceses(1986-90) y Vicepresidente de la Asociación Internacional de Hispanistas. Y desde julio de 2004 es Presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas. Será que para usted hay un vínculo necesario entre la práctica del hispanismo y la reflexión sobre el marco en el cual se desarrolla. ¿Qué perspectivas le parece tener el hispanismo de ahora y cómo contempla su nuevo cometido de presidente?

Como universitario, como investigador, como docente, yo soy hispanista. Porque me he formado en Francia dentro de un departamento de estudios hispánicos en Rennes y Burdeos. Esto habrá tenido alguna incidencia en mi formación, en mis orientaciones de investigador y en mi manera de ver el mundo. De allí que me haya esforzado por interpretar nuestra inscripción de hispanistas franceses dentro del marco de referencia científico y del hispanismo internacional. El hispanismo no es una disciplina consagrada. No es literatura, no es historia, no es lingüística ni antropología; es algo no híbrido sino intermedio, que remite a muchas disciplinas tradicionales: la historia, la filología, la historia del arte… Y sólo tiene por elemento de cohesión, un espacio que es un espacio linguístico evidentemente pero también geográfico en el que entran varios idiomas – caso de España y de Latinoamérica -. Pensándolo, yo creo que un investigador no puede ser un corcho que se deja llevar por una corriente sin preguntarse acerca de lo que pasó y está pasando. Tenemos que procurar con reflexiones, inscribirnos en un momento, en una historia y saber lo que estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo así. Es un trabajo que no sólo ha de ser individual - como un examen de conciencia –, también tenemos que comprobar con los demás que lo hacemos correctamente. Yo siempre he procurado, ahora con más tranquilidad, con más distancia, hacerlo en perspectiva de debate, de debate interno del hispanismo pero también con los demás sectores de la investigación y de la docencia y mi práctica de hispanista obviamente mucho se ha enriquecido con estos intercambios con los demás. Incluso ser rector de una Universidad de Letras y Ciencias humanas como me ha tocado ser o Director de un Instituto Nacional de Investigación Pedagógica (INRP) permite ver las cosas de manera distinta. No tan aislada, no tan estanca. En esa posible apertura del hispanismo, veo una sensibilidad por los demás, una doble sensibilidad porque se trata de un mundo ajeno, no nacional, en caso del hispanismo francés, alemán, británico, suizo etc. y se trata a menudo de planteamientos que no son propios del hispanismo sino que son planteamientos prestados y más o menos generosamente prestados y ¡no siempre reconocidos como préstamos por los hispanistas!

Yo no tengo el menor reparo, muy al contrario, en manifestar mis deudas para con los historiadores españoles y franceses. He participado en sus coloquios, en los de Pau y ahora en los del Centre d’histoire culturelle des sociétés contemporaines, por ejemplo, y allí he aprendido tanto que resulta difícil aclararlo ; lo mismo podría decir de mis colegas especialistas del análisis semiótico por ejemplo, o de los antropólogos y folcloristas a quienes ahora conozco. Desde Julio Caro Baroja hasta Joaquín Díaz y su hermano Luis, por ejemplo. El hispanismo para mí tiene esa variedad con una unidad que es evidentemente la lengua, la que como hispanistas franceses estamos practicando ahora de una manera un poco extraña.

Cuando se consideran las diferentes etapas de su carrera también es impresionante la sucesión de puestos importantes que ocupó: Presidente de esta universidad de Rennes 2, Delegado de Educación y Ciencia en Córcega, Director del Instituto Nacional de Investigación Pedagógica sin contar las numerosas asociaciones nacionales e internacionales en las que tuvo una actividad efectiva.

Y ahora ¡presidente del Comité de hermanamiento Paimpont-Cedeira!

Es de suponer que no fue siempre fácil compaginar todas sus actividades con su trabajo docente y de investigación y que correspondió a un compromiso cívico en la institución.

Nunca he dejado de ser hispanista pero en algún momento menos, por necesidades obvias de representar a una comunidad o a un ministro. Son actividades que se solapan, que tienen más o menos protagonismo según el azar de la historia. Igual podría haber dejado de ser investigador para dedicarme a la administración. Pero para mí es una necesidad este compromiso y no entiendo que lo que hacemos como investigadores, como docentes puede excluir esa dimensión del compromiso social. Nos llama la sociedad para enseñar, para producir conocimiento. Estamos comprometidos con esta sociedad que además nos permite vivir. Esto como base. Pienso que a ese compromiso normal he añadido un compromiso personal que es de cuño progresista. No me conformo con la sociedad en la que me ha tocado vivir. No me conformaba con la sociedad española franquista. No me conformo con las desigualdades que sigo observando. Esto me anima a comprometerme socialmente desde varios puestos, incluso el puesto de investigador raso me permite comprometerme en esta línea. He tenido la suerte de que ha habido una relativa coherencia entre mis distintos quehaceres pero tampoco pretendo que sea ningún modelo y, por supuesto, respeto otras opciones y otras visiones del mundo, con tal que sean explícitas.

Para terminar nos podría decir por dónde encamina sus investigaciones? O, dicho de otra manera ¿cuáles son para usted los territorios por explorar? y ¿cuáles son las orientaciones que podrían revelarse fructíferas?

La vida de un hombre tiene un límite biológico y posiblemente tenga antes un límite intelectual, por ese acartonamiento de las facultades mentales o intelectuales y las perspectivas se van acortando. Con la vejez se peligra un mayor autocentramiento, una mayor valoración de lo que ha sido uno: hay que tenerlo en cuenta. Yo creo que la mejor perspectiva es seguir investigando en esta línea ambiciosa como si no tuviera ningún fin. Y como tengo la suerte de que mi programa delineado a finales de los años sesenta está muy lejos de completarse puedo seguir aportando datos a mi mosaico o pinceladas al fresco. No sé si algún día vaciaré o volcaré en letra impresa todo lo que tengo en letra manuscrita en mi archivo. Me temo que no. Y muchas cosas desaparecerán porque, a lo mejor, ya no existe el desván o el sótano al que tuve acceso. Procuro seguir siendo útil tal vez con una mayor propensión a la meditación, a la reflexión, a la síntesis pero también lo que decíamos al principio no es que lo quiera uno es que casi te lo piden o piensan que puedes aportar. Mientras piensen mis colegas que pueda aportar algo… También me interesa experimentar a propósito de temas culturales de Francia los métodos que he podido elaborar o poner por obra en el campo hispánico, por ejemplo, la primera industria de la canción, y muy concretamente la de un tal Théodore Botrel. Y tal vez para mí, como un último salto vital volver a investigar en campos ignotos, “mares não dantes navegados”. Volver a los archivos, a las bibliotecas, a los datos físicos para no perder este contacto con el objeto que permite si se le hace alguna pregunta dar muchas más respuestas de lo que parecía. Abrir un libro encontrado en una librería de viejo puede ser toda una aventura. Revelarle a uno unas perspectivas no pensadas. Y también, por prudencia, pensar en lo que ha de ser todo el material curioso acopiado al filo de aquellos años. No digo los metros lineares de mis apuntes sino el material base sobre el que he trabajado hasta hoy y que tiene por las razones que comentábamos una relativa unidad. Por ejemplo, sobre la historia del libro, sobre la historia del impreso popular, del no-libro, tengo acopiada una documentación original que puede ser útil para las futuras generaciones y haré que así pueda ser.

Universidad de Rennes 2, Haute-Bretagne

8 de abril de 2005

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