« Siglo XIX/La literatura del pueblo», en: Mercè Boixareu, Robin Lefere (coord.),  La Historia de Francia en la Literatura Española. Amenaza o modelo , Madrid, Castalia, 2009, pp. 495-516 (versión en francés: “La littérature du peuple”, en: R. Lefere, M. Boixareu (dirs.),  L’Histoire de France dans la littérature espagnole. Entre francophobie défensive et admiration francophile , Paris, Champion, 2011, pp. 553-576). 

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La historia francesa en la literatura del pueblo en España.

 ¿Pudo el pueblo español, bastante marginado de la cultura oficial (Botrel, 2000ab) llegar a constituirse alguna representación propia de la historia del país vecino?

Un rastreo en el ingente e inabarcable acervo de textos, canciones e imágenes que, de una manera u otra, a lo largo del siglo XIX, pudieron servir para la formación de una opinión plebeya podrá suministrar alguna información al respecto.

Teniendo en cuenta el carácter parcial de la cosecha resultante del examen de un corpus bastante aleatorio y el frecuente origen francés de muchas expresiones, con no pocas consecuencias sobre la visión española…

El corpus. A pesar de no tener una adscripción sociológicamente determinada, la llamada «literatura de amplia difusión» que incluye los impresos de cordel, las novelas y las estampas populares y, por supuesto, las coplas y canciones, así como determinadas formas teatrales, por ser dentro de la cultura escrita y oral, la más compartible es la que con más probabilidades pudo llegar al pueblo. Para leídos, oídos o vistos, pero también para cantados, coleccionados o manipulados, son los romances y las coplas de ciegos, las historias de cordel, las novelas históricas por entregas o de bolsillo, el género chico, los pliegos de aleluyas y los cromos, los ventalls y otros objetos domésticos [1] , etc. que episódicamente registran informaciones u opiniones sobre la historia de Francia, con un tratamiento entre informativo y narrativo-ficcional. La propia prensa, cada vez más difundida, es vehículo para informaciones pero también para poesías y folletines de temática histórica francesa, directa o indirectamente apropiables por el pueblo [2] , y lo mismo se puede decir del teatro dramático y lírico donde también se encuentran numerosos ecos de la historia de Francia [3] .

No se han de ocultar las dificultades de acceso a tales ecos: ¿ quién puede hoy en día tener idea, por ejemplo de lo que en los almanaques y calendarios que fueron tal vez los impresos más ampliamente difundidos a lo largo del siglo (Botrel, 2003, 2006), tiene que ver con la historia de Francia? ¿Cuántas causas o procesos célebres «de todos los países», pero también meros sucesos literaturizan algún momento histórico, hasta «La secuestrada de Poitiers» [4] ? De la búsqueda de ocurrencias en el índice de los romances y coplas inventariados por M. C. Azaustre Serrano (1982) resulta, por ejemplo que se puede dar con el «Chasco del francés» y Luis XIV pero no con Napoleón o José I, con los pares de Francia y hasta la «Cautiva de Bretaña», pero no con la Expedición de México o el Tratado de Versalles. Si en el Catálogo de J. I. Ferreras (1979), no resulta muy difícil identificar las novelas por entregas, los meros títulos pueden resultar engañosos [5] . Conste que las referencias bibliográficas transcritas no suelen ser el resultado de la moderna bibliology y que a menudo se prescinde de la descripción de elementos tan decisivos para la formación de una opinión como pueden ser las viñetas y láminas… En cuanto a las llamadas Ephemera que sólo empiezan a ser tenidas en cuenta sino catalogadas (Ramos, 2003), la búsqueda de ejemplares que hagan al caso es aún más ardua y aleatoria … Así las cosas, cuesta sacar conclusiones generales fidedignas del examen más bien aleatorio y no sistemático de una mínima parte de lo teóricamente analizable.

El origen de los textos. Excluidos del campo de este estudio, por común acuerdo, la prensa y el teatro, queda aún por decidir lo que en él puede responder a la definición de «ficción española». Como se sabe, la frontera entre la información y la ficción, sobre todo en situaciones de particular ideologización con fines propagandísticos, es de difícil de delinear y, durante gran parte del siglo XIX, la historia como relato poco se distingue aún de la narrativa [6] . En cuanto al marbete «español» aplicado al autor o al texto «original», además de problemático en algunos casos [7] , deja fuera del campo la mayor parte de las ficciones publicadas y leídas por los españoles del siglo XIX: de los folletines publicados en la prensa española del siglo XIX, un 80% es de origen francés, y en los años 1880-1890, más de la mitad de las obras narrativas publicadas en España son aún traducciones de autores franceses (Botrel, 2006). De ahí que las traducciones de casi todas las novelas de Paul/Pablo Féval –40 y pico ediciones de El Jorobado desde 1861 (Botrel, 1987)- hayan alimentado la imaginación de los lectores españoles sobre la historia de Francia (y de España), que de la Guerra de los Chuanes se hayan podido enterar a través de la novela homónima de Balzac o Noventa y tres de Hugo, por tomar unos ejemplos [8] , y que la infinidad de textos de Dumas sobre el reinado de Charles IX ( La reine Margot ) , de Louis XIII ( Les trois mousquetaires , etc.) o de Louis XV-Louis XVI ( Mémoires d’un médecin ) traducidos al español hayan conferido al autor del Conde Montecristo o Los tres mosqueteros una autoridad que hubo de incidir a la hora de leer sus novelas sobre Luis XVI y María Antonieta o el periodo del «Terror» [9] . Sin embargo, las múltiples modalidades textuales y editoriales a que da lugar este fenómeno cultural de la aclimatación e hispanización de textos extranjeros, pueden dejar trasparentar unas opciones y expresiones con respecto a la historia francesa leída y vista por los españoles, incluso sobre la compartida como pudo ser la Guerra de España conocida en España como Guerra de la Independencia, la expedición de los Cien mil hijos de San Luis, la de México en 1861, etc. Por ejemplo, ), es muy significativo el que no se haya traducido al español Le capitaine Fantôme  de Paul Féval, una novela que ofrece una visión muy francesa de la Guerra de la Independencia durante la cual «amenazadoras» y «alevosas» turbas «agazapadas como un león dispuesto a abalanzarse» no lo hacen sino después de haberse marchado el «prodigioso domador», según el narrador (Botrel, 1992, 50-51). El trabajo textual de adaptación via la selección, la inflexión o la amplificación con comentarios que suponía entonces la traducción, también puede suministrar interesantes indicios, lo mismo que las adaptaciones explícitas u ocultas [10] . Los propios elementos paratextuales, como puede ser el título o un prólogo por un traductor español a una obra francesa aunque no tenga el mismo estatuto, puede ser muy relevante, caso del prólogo de DFV a su traducción de la Historia de Luis XVI y de María Antonieta por Alejandro Dumas traducida por DFV y El Reinado del Terror [11] .

Así y todo, veamos lo que pueden sugerir las calas hechas y lo encontrado hasta ahora, sobre unos contados momentos de la Historia de Francia, ya que parece ser que las expresiones más o menos contemporáneas y las que se dan en los años posteriores, se centran fundamentalmente en la Revolución francesa y en la invasión de España por Napoleón.

La Revolución francesa. Cronológicamente, parece ser que la canción es la que primera se hace eco de algún episodio revolucionario, y sintomáticamente del Terrory de la muerte de Luis XVI en la guillotina: «La tirana de la (cruel) Convención» (1793) en su estribillo avisa muy a las claras: « Ay Tirana, retírate a España/Ay Tirana huye del los rigores/Del peligro de la Convención/Sí, sí, Tiranilla, sí, sí, picarilla/Porque si te cogen/Porque si te pillan/Pondrán tu cabeza en la guillotina». Afirmando en la siguiente copla «Que la Convención francesa/Es mundo de perdición». En el patriótico grito de 1794 («Viva España»), ya se perfila la impía reputación de Francia: «Viva España y muera Francia /Que ha quemado la bula/ Y niega la fe». En la narración, desde un inclusivo y solidario «nosotros», de la «Muerte del Conde de la Unión» (cuando España entra en guerra contra la República francesa, ocupando algunas partes del sur de Francia, con la victoria de la república francesa y la paz de julio de 1795), se puede encontrar un trasunto de la revolucionaria canción «La Carmagnole» que viene a ritmar la canción: «Al son de la Caramañola/futurrocollón de español/, al son de la Caramañola/y al son del tambor» [12] .

Una de las primeras narraciones «históricas» en prosa de un episodio de la Revolución para el pueblo, tal vez sea la anónima historia de cordel Historia de Luis XVI, rey de Francia. Sacada del Cementerio de la Magdalena [13] , seguida por otra de 3 pliegos, la Historia de la revolución francesa (Episodios de 1793 a 1804) por M. B ., cuya fuente es obviamente la Historia de los Girondinos de Lamartine. Del examen del trabajo textual operado a partir de los textos-fuentes (traducción, compendio, reescritura etc.) y de los comentarios gráficos, se desprende que en estas narraciones históricas en las que el pueblo es protagonista de una historia cada vez más «explicada» [14] , la presentación de la Revolución, más allá de la visión hagiográfica del Luis XVI o de una fugaz reflexión filosófica [15] , viene sistemática y casi exclusivamente asociada con una cruel violencia del pueblo y mucha sangre vertida, con un posible consumo simbólico de algo que ineludiblemente redunda en desgracias e infamia (Botrel, 1994, 106-110).

Ya por aquellas fechas se pueden leer alguna que otra interpretación con visos históricos más o menos explícitos de la Revolución equiparada con otras revoluciones habidas o por haber: en 1859, el prólogo a su propia traducción de la Historia de Luis XVI y de María Antonieta y El Reinado del Terror . Continuación de la Historia de Luis XVI y de María Antonieta publicada en 1852, por Alejandro Dumas [16] , DFV, sin renunciar a la obligada referencia al «rey mártir» procura dar cierta prudente trascendencia a la obra de Dumas, presentándola como una «pintura de la gran revolución política y social que conduciendo al cadalso al rey mártir, debía ser el principio y origen de la interesante lucha que durante más de medio siglo viene sosteniéndose entre dos principios opuestos; es finalmente un libro que señala la línea divisoria entre una y otra época, el paso de una a otra civilización, el cambio radical de ideas, de principios y de creencias. ¡Qué lección para todos encontraremos en la historia!» [17] . Es una «historia de sangre y lágrimas» -cita a Lamartine- «que lo es también para los pueblos», ya que en las siguientes líneas, parece adherirse DFV a la visión de una amenazadora y sangrienta Revolución, «torrente desbordado que nada puede contener», «horrible espectáculo», con sus crímenes y guillotina, con unas muy socorridas advertencias –se supone que de posible utilidad en España- tanto a los gobernantes como al pueblo [18]

La misma idea se expresa en el inesperado Epílogo de José Velázquez y Sánchez a su novela La Huérfana de Bruselas [19] , donde se vincula muy a las claras la historia de Francia con la actualidad y el futuro de España [20] .

Más elementos ficcionales con la misma coherencia en la denuncia de los excesos revolucionarios de la Revolución se pueden encontrar, en la novela de Gabino Tejado y Rodríguez, Víctimas y verdugos. Cuadros de la Revolución francesa [21] , que, según Ferreras (1979, 396a) es «arreglo de un original francés» y una «defensa del régimen abolido por la revolución francesa» y, casi cien años después de l789, en otra novela por entregas como La Marsellesa , «novela histórica original» de Julián Castellanos y Velasco [22] . Al filo de los 208 capítulos , el relato novelesco-histórico que empieza en otoño del año 1792

sigue la cronología, hasta «Un golpe de estado» [23] . En el comentario icónico de los episodios seleccionados [24] , se encuentran ilustradas unas constantes del discurso dominante en España acerca de la Revolución que es su asociación con la violencia, el crimen, la sangre, con el telón de fondo de las imprescindibles «turbas» y «reuniones tumultuarias». Tampoco faltan la ejecución de Carlota Corday [25] , unos detalles muy anecdóticos, obviamente traducidos de no sabemos qué fuente, de problemático interés para el lector español de entonces y el lector de hoy [26] , o el texto traducido de la Marsellesa [27] .

A través de la evocación de la Revolución francesa queda bastante claro que el inaudito protagonismo de las fuerzas populares caracterizadas por sus excesos, es lo que más llama la atención y marca las representaciones, icónicas sobre todo, para escarmiento preventivo de España, sus gobernantes y el propio pueblo. Al mismo tiempo, se ponen en circulación algunos emblemas con más o menos futuro, como pueden ser la guillotina o el gorro frigio, y, por supuesto, «La Marsellesa».

Napoleón y la Guerra de la Independencia. En el siguiente episodio conviene distinguir lo que nace a raiz de la guerra y la literatura a que después dio lugar.

 Vano sería pretender entresacar del material inventariado por Ana María Freire (1983, 1993) o M. L. López Vidriero (2002) aquellos textos o imágenes que puedan ser de cuño ficticio-narrativo. Quédese para otro momento y conmemoración. Sin embargo, sabemos que gracias a los ciegos (Botrel, 2006b) se pudieron propagar muchos textos antinapoleónicos con la creación de un personaje muy de abominar, pretexto para un sinnúmero de escarnecedoras y groseras variacionesa propósito del «Corso» [28] , pero también de su hermano José [29] , compatibles con unas muy patrióticas y proféticas consideraciones como en el imaginado diálogo entre Napoleón y Murat [30] , donde el propio Marat pronostica para Napoleón y los franceses su vuelta al oficio de limpiadores de chimeneas y buhoneros, «que el león enfurecido/destrozará con nobleza/a el Aguila que atrevida/quiso rapar con vileza/los tesoros de la España/sin tener dominio en ella».

 De la capacidad de resistencia de los españoles y de su heroismo, dan cuenta bastantes canciones contemporáneas como «Al atacar Ocaña» (1809) («No reinará en españa/Ningún Napoleón/Que reinará Fernando/su patria y religión»), «El Marqués de la Romana» (1810) («por Dios te pido que saques a los franceses de Ciudad Rodrigo/ Que saques a los franceses a sangre y fuego») y, por supuesto, la famosa «Marica» de 1812 («Con las bombas que tiran/los fanfarrones/se hacen las gaditanas/tirabuzones./ Traile Marica, traile/a Napoleón/Verás como le damos/La constitución» (Olmeda, 2003).

Un poco más tardías son las historias de cordel, de mucho interés porque vulgarizan, compendiéndola y adaptándola, la Historia del levantamiento, guerra y revolución de España del Conde de Toreno, publicada por primera vez en 1835-1837, con la explícita finalidad, según los editores, de «ilustrar al pueblo español dándole a ver las vidas y los hechos de los hombres que más se han distinguido en nuestra época para que con la lectura de estos hechos aprenda y estudie la fisonomía de los tiempos azarosos que corremos « (apud Botrel, 1987, 56).

. Es lo que pretenden, por ejemplo  La revolución española. Historia compendiada de la revolución de España en 1808 y guerra de ésta con Francia por la independencia ( con ediciones en Barcelona, Palma y Valladolid), la  Historia del sitio de Zaragoza y su defensa memorable durante la guerra llamada de Independenci a Madrid o la  Historia del glorioso sitio y heroica defensa de la ciudad de Gerona , por B. M [31] .

Llama la atención sin embargo el que la Historia de Napoleón I [32] , «el gran capitán de nuestro siglo», esté escrita desde un punto de vista muy poco español: en la narración, por ejemplo, se habla de «los españoles» y el Dos de Mayo sólo se menciona con motivo de una escueta referencia a los «millares de víctimas sacrificadas en las aras del patriotismo y de la independencia nacional». Esta misma actitud de distanciamiento y la misma sobriedad se vuelve a encontrar en la Historia de la guerra de independencia española. Años del 1808 al 1814 (Madrid, 1859) , narrada en tiempo pasado, con una fría enumeración de los hechos y de las cifras , apenas matizada con algún que otro calificativo y casi sin más emoción que la manifestada de manera bastante convencional con motivo del regreso de Fernando VII «en medio de un pueblo entusiasmado que le había llorado ausente por espacio de seis años». Las tres ilustraciones insertas son las que al fin y al cabo mejor interpretan la historia desde un punto de vista español, con un trasunto en xilograbados del cuadro de Goya «El Tres de mayo» (p. 8), la escenificación de la entrega por Dupont de su espada después de su derrota en Bailén (p. 13) y el bombardeo –e implícita resistencia- de Cádiz (p. 18) (Botrel, 1987-59-60). En las 32 páginas de la Historia del sitio de Zaragoza y su defensa memorable durante la Guerra llamada de la Independencia, en 1808 (Madrid, 1856) es donde , en una narración más implicada –el «nosotros» se opone ya a «los franceses» o al «enemigo»- se pueden encontrar algunos asomos de hiperbolismo patriótico (la «inmortal Zaragoza», la «moderna Numancia», los «valienteszaragozanos», y una condena de la actitud de los franceses que «se propusieron rendir la ciudad a todo trance (…) hasta atropellando las leyes más santas de la humanidad» (…), prodigando los mariscales franceses «la sangre de los valientes soldados que mandaban», dice la historia (p. 29) o de los horrores cometidos por los soldados del Mariscal Lannes [33] , en violación del artículo 4° de la capitulación. Otra vez, mucho más que los comentarios verbales, los episodios seleccionados para las ilustraciones (Agustina de Aragón con su cañón (p. 12), Agustina premiada por Palafox con un escudo de honor y la charretera (p. 19), la famosa respuesta de Palafox («Guerra y cuchillo») al «Paz y capitulación» que proponía el general Lefebvre (p. 22) o la evocación de la resistencia de los zaragozanos en las mismas calles de Zaragoza (p. 29) son los que orientan definitivamente, para la memoria, la interpretación de la historia [34] . Significativamente el frontispicio de la historia representa a un león hincando sus garras en un águila vencida…

De manera más gráfica aún que estas historias de cordel que no suelen llevar más que unas cuantas viñetas, algunos pliegos de aleluyas, trasuntos de las historias existentes, dieron a ver la historia de Francia al mismo tiempo que la de España, con significativos comentarios bajo forma de dísticos. Si en 2 de mayo de 1808 (Lit. de Faure, Postigo de S. Martín, 11 y 18), los pies de las 24 viñetas que incluyen muchas escenas de fusilamiento, son más bien descriptivos [35] , la Historia de Napoleón I , Barcelona , Imprenta de Llorens, n° 5 puede reconstruir la historia del emperador francés desde una perpectiva nacional, teniendo en cuenta las leyes de un género narrativo que invariablemente va desde el nacimiento hasta la muerte [36] . Las demás historietas gráficas celebrarán duraderamente para un público renovado de niños y lectores en ciernes, la Guerra de la Independencia [37] y la Historia del sitio de Zaragoza y su defensa memorable .

También en algunos cromos de los años 1870, como los titulados «El tres de mayo», «Independencia nacional», o «Recuerdos de España en 1808», se escenifica de manera sintética y emblemática algunos episodios dando a ver, ya con colores, al mismo tiempo que la represión (cadáveres con sepulturero), la resistencia (Agustina de Aragón, con un cañón, un tambor y un escudo), pero sin llegar a representar de manera denunciadora a los enemigos franceses [38] .

Para interpretar, más allá de los llamativos y explícitos títulos, correctamente las muchas novelas publicadas sobre el tema a partir de los años 1840, sería preciso poder internarse en todas ellas. De lo observado, por ahora, se desprende la sensación que parecen privilegiar, acentuando lo ya percibido en las historias de cordel y las aleluyas, la temática de la heroica resistencia española del pueblo español al invasor Napoleón, a través del Dos de Mayo [39] y de los sucesivos episodios de la Guerra de la Independencia. Veamos, por ejemplo, cómo Wensceslao Ayguals de Izcoexalta, en María, la hija de un jornalero, el Dos de mayo como «símbolo de la libertad del pueblo» y a Daoiz y Velarde que «osaron desafiar al aguerrido, numeroso y vencedor ejército francés» mientras «los franceses, abusando de su triunfo, colmaron su venganza…salpicaron todas las calles, paseos y hasta los templos de Madrid, de sangre española». Con la siguiente «conclusión»: «El 2 de mayo de 1808 fue un día de luto para España; pero lo fue también de gloria y heroismo» [40] .

Después, no faltan novelas que tomen los emblemáticos sitios [41] , o alguna heroina como Agustina de Aragón (Freire, 2005) y algunas más [42] , por temática central o como ambientación, pero también algunas «gestas» en la mediana o larga duración como serán El Gil Blas del Siglo diez y nueve, cuyas aventuras comienzan con la guerra de la Independencia hasta el presente año de 1844 por J. F. G., G. S. y T. M [43] y la Guerra de la Independencia. Narración histórica , Madrid, 1847 de Miguel Agustín Príncipe –sin claras fronteras entre historia y ficción (F1625)- o las Páginas de la Revolución española (1800-1840) de José Velázquez y Sánchez [44] . En la ficción, en una situación de historia imbricada y compartida, la historia de Francia sirve sobre todo para asentar y en alguna medida escribir la historia de España. El pueblo ya no se equipara con las peligrosas turbas revolucionarias francesas, sino que se constituye en protagonista redentor del país. Lo resume bastante bien, en los años 1880, el prospecto de la novela de J. Castellanos y Velasco El Favorito de la Reina (1884) cuando observa que en la novela y en la historia:

«Al lado de las intrigas y flaquezas cortesanas se traza el despertar de un pueblo adormecido pero no degenerado.

 Los españoles, esclavos de María Luisa, transfórmanse en héroes al grito sacrosanto de independencia.

 Las águilas francesas huyen espantadas ante el rugido del león hispano, el primer capitán del siglo acaba por ir a llorar a Santa Elena el error de haber medido a nuestro pueblo por la estatura raquítica de nuestros reyes».

Después de la Guerra de la Independencia, el interés principal del discurso histórico-ficcional por la historia propia queda confirmado por la escasez de novelas que versan sobre historia de Francia después [45] , cuando abundan o casi textos de temática «nacional» [46] : la historia de una España no pagada de sí misma sino ocupada en construirse como nación, y que ya no puede hacerlo exclusivamente contra Francia ni por referencia a ella.

Del otro Napoleón -Napoleón III-parece ser que se acuerda la literatura gráfica después de su derrocamiento y de la Comuna, en un pliego de aleluyas titulado  Historia de Napoleón III, ex emperador de los franceses [47] , y en  Lo fandango de Europa o sia el can-can de Napoleón. Lletra de Mister Labrinsa, y música de Mr. Nap-nap, estrenat per los millores bailarins en lo teatro de las sangoneras, en lo any de desgracia 1870, per la gracia de Déu y de la Revolució , unas lamentaciones (burlescas) (en catalán) del Emperador Napnap por haber perdido su imperio, como el rey Rodrigo [48] .

 En cambio, la Guerra franco-prusiana [49] , y sobre todo la Comuna, como repetición (en las representaciones) de la Revolución, sí dan lugar a la publicación de unos cuantos textos e imágenes,y de algunas novelas histórico-contemporáneas, traducidas u originales, caracterizadas las más por la evocación puesta en escena de la violencia y otra vez del terror.

 Traducción –inmediata- es la de la obra de Raoul Rigault, La Commune de Paris: anales de la revolución francesa de 1871 , y luego el Proceso de la Commune de Paris [50] (Orobon, 1995), y, como eco a la novela de José Pastor de la Roca sobre la revolución de 1848, se publica Los Rojos. Revoluciones de 1871. Novela histórica [51] , que viene a dar una visión temible de la Comuna y legitimar su represión.

Significativamente, de esta actualidad vista por los ilustradores de cajas de cerillas, Felisa Alcalde, en su silenciosa «novela» de cromos, sólo seleccionó dos vistas: la del Hotel de Ville (casa consistorial) incendiado por los insurrectos, y la del Asesinato del Arzobispo y de los jesuitas de la Roquette o sea, muy a las claras, la expresión de la violencia de las «turbas» contra las instituciones y el orden, un punto de vista muy versaillais bastante difundido en Francia en la misma época, como se sabe… (Botrel, 2005).

No obstante, con el advenimiento de la III República y su asentamiento en tiempos de Restauración monárquica en España, se dan a ver y difunden, sin apenas comentarios, desde la literatura republicana u obrera, otras posibles imágenes de la antigua ya, pero también actual historia francesa, a través de los principales emblemas de la República, entre los cuales el gorro frigio y el busto de Marianne, por supuesto (Orobon, 1999, 2005  +).

En un ventall conservado en el Instituto Municipal de Historia de Barcelona, se puede ver en una cara, una viñeta de Noguera, «La República federal» (con gorro frigio), y en la otra titulada «Himno federal La Marsellesa», otra viñeta donde se puede ver a un Federal con un fusil y un gorro frigio, con el siguiente pie en forma de décima: «Al arma federals/Lo fusell empuñem;/Marchem, marchem/ya fech y a sang/Al carli exterminem». Este resurgir de la Marsellesa adaptada a las circunstancias de España (la II a Guerra carlista), llama la atención sobre un fenómeno que merecería un estudio específico y es, como recuerda J.-L. Guereña, que «el movimientos social adapta la Marsellesa como canto de referencia y muchas adaptaciones se inspiran de su música universalmente conocida (la Marsellesa de la paz, Marsellesa anarquista, Al siglo XX…). Entre las traducciones, se puede citar las de Rafael Farga Pellicer en 1882, de Josep Clavé al catalán, así como la zarzuela histórica, original de Miguel Ramos Carrión y orquestación de Manuel Fernández-Caballero, representada por primera vez en el Teatro de la Zarzuela el 1° de febrero de 1876.

El mismo gorro frigio representado en alguna lámina de E. Planas para la novela La ambición de una mujer «novela de costumbres original» de Juan Tomás Salvany (Barcelona, Juan Pons, 1893), sirve para ejemplificar, con evidente simbolismo y un marcado contraste de colores, la violenta irrupción de la plebe en los apacibles y burgueses salones de la novela [52] .

 En cuanto al episodio conocido como Affaire Dreyfus merecerá múltiples y contradictorios ecos en la prensa española y en la opinión (Guereña, 1997), pero mucho menos en la literatura [53] : es la época en que, en Barcelona, la Casa editorial Maucci y luego la de Sopena reeditan las principales novelas históricas y follestinescas de mediados del siglo, las de los Dumas y demás…

Escarmentar en historia ajena . En total, la literatura del pueblo en España no revela sino una escasa presencia de motivos históricos franceses, si se excluye del campo de estudio toda la literatura de origen francés disponible via la traducción o la adaptación, donde sí se encuentran más motivos.

En este exiguo acervo del que convendría conocer mejor los usos [54] , la Revolución de 1789 es, todas luces, el episodio que más honda o duraderamente se inscribe en las representaciones ad usum populi y/o del pueblo, como punto de referencia disponible, visual y auditivamente sobre todo, cuando se trata de poner en guardia contra cualquier conato revolucionario por parte de los que defienden el statu quo social y monárquico [55] , pero también cuando se trata de ofrecer un punto de referencia para los que lo impugnan, como los republicanos o los socialistas.

En cuanto la campaña de España de Napoleón, dicho sea con palabras de la historia francesa tradicional, sólo se percibe, en la diacronía, como la gloriosa victoria del pueblo español sobre el invasor y el principio de la construcción de una identidad nacional o propia [56] .

En lo que queda de siglo, con una acentuada mezcla de historia y de actualidad a cargo de la prensa, ningún episodio de la historia de Francia llegará a competir, siquiera fugazmente, con la onda memorial perpetuada por una constante corriente de publicaciones [57] .

En la literatura del pueblo, la irrupción de este mimo pueblo, como amenazador protagonista de la historia moderna en Francia o heroico resistente al invasor francés en España, es pretexto para unos tratamientos histórico-ficcionales de signos encontrados que remiten, pues, a unas legítimas preocupaciones internas y/o nacionales.

Obviamente la historia propia procura escarmentar en historia ajena.

J.-F. Botrel (Université Rennes2)

Estudios citados:

Aparici, Pilar, Gimeno, Isabel (eds.),  Literatura menor del siglo XIX. Una antología de la novela de folletín . I y II, Barcelona, Anthropos, 1996 y 2003.

Azaustre Serrano, María del Carmen,  Canciones y romances populares impresos en Barcelona en el siglo XIX , Madrid, C.S.I.C., 1982.

Botrel, Jean-François, "Les historias de colportage : essai de catalogue d'une bibliothèque bleue espagnole (1840-1936)", in : Les productions populaires en Espagne (1850-1920 ), Paris, CNRS, 1986, p. 25-62.

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----, "Les historias de colportage et l'histoire du temps présent en Espagne au XIXème siècle", in : Volksbuch-Spiegel seiner Zeit ? Herausgegeben von Angela Birner, Salzburg Abakus Verlag, 1987 , p. 51-72. (Romanisches Volsbuch, Band 7). (traducción al español : "Las historias de cordel y la historia del tiempo presente", in : Roman populaire et/ou roman historique , L'ull crític, 4-5, Lleida, 1999, p. 51-64).

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[1] En el Diccionario de literatura popular de J. Álvarez Barrientos y M. J. Rodríguez Sánchez de León (eds) (Salamanca, Ed. Colegio de España, 1997) se encontrarán las correspondientes definiciones de estos «géneros».

[2] Véase J.-F. Botrel, 2006a. Sobre la poesía en la prensa, véase: Palenque, Marta, Gusto poético y difusión literaria en el realismo español , Sevilla, Alfar, 1990 y El poeta y el burgués (Poesía y público 1850-1900) , Sevilla, Alfar, 1990. Hasta en el Boletín oficial de la provincia de Lérida (1840, n° 53, p. 4), se pueden encontrar textos que hacen al caso como la poesía: «Grito nacional de 1° de setiembre de 1840» por F. M., cuya última estrofa dice lo siguiente: «Si la Francia el auxilio en la liza/implorase el perjuro cobarde,/de Daoiz la sombra y Velard e/abrirán el camino en la lid./Aún humea la santa ceniza/que de oprobio cubriera sus lises,/y si el galo amenaza con Luises , /Con cenizas le reta Madrid».

[3] Cf. entre las 20.000 y pico títulos repertoriados por el Catálogo de la Sociedad de Autores en 1913, se pueden encontrar obras que, al menos en sus títulos, utilizan motivos de la historia francesa, como María Antonieta (4), la Marsellesa (1), pero, sobre todo, Napoleón (2), Zaragoza (5), Cádiz , Gerona (2), El dos de mayo (5), El tres de mayo (1), y otros títulos como La afrancesada , Los franceses en España , La Independencia de España , Francia y España y también Los comuneros de París , por ejemplo. El vaciado de 24 diarios madrileños por J. Simón Díaz y su equipo (1968), permite encontrar varios títulos que suenan a historia francesa como Beltrán y la Pompadour , Una aventura de Richelieu de A. Duval, arreglado por don M. T. (1851), Los Mosqueteros de la reina , trad. del francés por M (1846), ¡A Francia por balas! de don Ramiro Martínez Aparicio (1870), Copiar al hombre por mejorarle o el casamiento de Molière (1833), El ciego de Orleans , parodia por Villergas, etc. pero también La independencia española o el Sitio de Zaragoza de Lombía y otra de Gutiérrez Alba (1848 ), La independencia de España , drama de don Eusebio y don E. A. (1848), otro, con el mismo título del señor B ((1870), Luis XIV y su siglo , Luis XVI , gran tragedia traducida de un drama italiano de Paolo Giacometti (1868), Napoleón en España , drama de M. Carrillo de Albornoz y S. Fernández de Mobellán(1855), Napoleón lo manda traducido por Olona (1859), Un soldado de Napoleón (1842), etc., sin tener en cuenta la manía consistente en fusilar el repertorio francés de manera más o menos explícita (véase: Le Duc, 2002).

[4]  No sólo según André Gide, sino según la Verídica historia del crimen de Poitiers (Botrel, 2004, 524)

[5] Las referencias al Catálogo de Ferreras se harán en adelante remitiendo al número de la noticia bibliográfica precedida de la letra F (por Ferreras). Si puede esperar uno encontrar en una novela titulada María Antonieta, reina de Francia . Novela, Barcelona, Bergnes, 1833. (F 1178) o en La Marsellesa. Novela histórica original de…  Julián Castellanos y Velasco, alguna huella de la historia de Francia, ¿ cómo puede imaginar que La huérfana de Bruselas de José Velázquez y Sánchez se concluye con un comentario del autor/narrador sobre la Revolución? (cf. infra). Los verdugos de la patria o el grito de libertad , Morir por la patria de Rafael del Castillo (F 503), ¿tendrán que ver con unas conflictivas relaciones hispano-francesas o con la guerra de Cuba o con los Estados-Unidos?

[6] Es tema por estudiar el de la conciencia histórica del pueblo cuando la distinción entre acontecimientos pasados y la actualidad es aún difícil de establecer, en la literatura de cordel, por ejemplo, a menudo anacrónica.

[7] Algunos pueden haber sido escritos en francés por emigrados españoles, sin difusión cierta en España, como Les mémoires d’un cadet de famille (Paris (?), 1823), de Juan Florán «emigrado a Francia a raiz de la reacción fernandina» (F767). ¿Qué podrían decirnos José Nicasio Milá de la Roca Guilla en De Godoy a Sagasta. Novela histórica de la revolución española , Barcelona, J. Miret, 1876, 188 p. 8° (F1283) y, otra vez, una novela de origen francés: Misterios de la familia Bonaparte . Traducción del francés, Madrid, 1854 (F1312)?

[8] Los chuanes de H. de Balzac cuyas Obras completas publica Luis Tasso en Barcelona; Noventa y tres. Novela histórica original  (de V. Hugo) con sus diez ediciones entre 1874 y 1912, en traducciones de Nemesio Fernández Cuesta o Quintín López, sin olvidar el melodrama de Carlos Fernández Shaw con música de Chapí (1898) (véase Lafarga, 2002).

[9] De ahí también que la historia de Francia más conocida y leída en el siglo XIX, tal vez haya sido, no la contemporánea que es el objeto de este estudio, sino la de la Edad media o de la época clásica (véase, por ejemplo, Núñez de Arenas, Bernardino, El siglo XVI en Francia o Ulina de Montpensier , novela histórica, Madrid, 1831, 327 p. (Ferreras, 1454), a pesar de no ser una novela por entregas).

[10] Otra vez, el cotejo entre el texto fuente y la obra en español resultante puede suministrar muy pertinentes informaciones.

[11] Véase infra.

[12] Estas canciones recopiladas por Francisco Olmeda se pueden escuchar en versión de Joaquín Díaz (voz) y Javier Coble (piano) (Olmeda, 2003). A una pregunta mía, contestó Joaquín Díaz lo siguiente : «Respecto a las letras de canciones donde aparecen los franceses, creo que hay muchas. La que canté allí (en Salamanca) era: Los franceses "panolis" / son unos borrachones / que por la mañanita /empinan del porrón. / Mataron a su rey / Jesús qué mala acción / al son dela plana mayor / muera leisón, muera leisón / al son de la plana mayor /muera leisón al pie de un cañón..». Lo cantó Macario Zalama, dulzainero de Mucientes, ya fallecido, que acompañaba con la dulzaina los paloteos de Cigales y Mucientes donde se interpretaba este paloteo» (información de J. Díaz a JFB de 15-XI-2004).

[13] Valladolid, Santarén 1851, 23 p. in 4° (3 pliegos)

[14] En las dos viñetas que ilustran la Historia de la revolución francesa , la presencia de la muchedumbre en la toma de la Bastilla (p. 7) o en la huída de Varennes (p. 9) es lo que más llama la atención (cf. Botrel, 1994, 107).

[15] «La revolución francesa ha sido la más grande que registra la historia de todos los siglos (…)aquella trascendental revolución influyó e influye aún, no tan sólo en la marcha de la nación francesa, sino que conmovió más o menos profundamente a todas las naciones europeas, infiltrando su espíritu en ella» escribe el autor en las primeras líneas, au cuando después afirme que «la Revolución francesa hizo más que Saturno» (p. 23).

[16] Traducida por DFV y adornada con magníficas láminas (Barcelona, Imprenta de El Porvenir de Buenaventura Bassas, 1859, p. (25 láms.); traducida por DFV (Barcelona, Imprenta de El Porvenir de Buenaventura Bassas, 1858 (25 láms.).

[17]  P. VI.

[18] «Ella (la Revolución) debe enseñar a los gobernantes que su misión no es oprimir el pueblo sino procurar su bienestar (…). Ella recuerda a los grandes y a los nobles que el pueblo es su hermano, que si Dios les ha colocado más altos para que velen sobre él no para que le humillen (…). Ella, finalmente demuestra al pueblo que si ha nacido libre debe conservar ese inestimable privilegio haciéndose digno de la libertad, no abusando de ella; que cuando el desorden se introduce, la libertad perece (…); que las revoluciones, como medio extremos, causan las desdichas de las naciones, inmolan infinidad de inocentes víctimas cuya sangre cae tarde o temprano gota a gota sobre la cabeza de sus verdugos, y que el pueblo que enciende la hoguera revolucionaria es el que primero se abrasa en ella, porque siempre detrás de un Mirabeau y un Lafayette siguen un Marat y un Robespierre» (p. VIII).

[19]  Cito de la 4 a edición (BNM 1/60648-49). La novela da cabida a una escena de guillotina («El verdugo levantó la cabeza y la mostró al pueblo, que prorrumpió en ¡hurras! de alegría», p. 1296) y reproduce el texto de «La Carmagnole» en francés.

[20] «He aquí terminada la historia de Blanca de Bayard (…)

Nuestro relato terminó.

Nada tenemos que añadir, a no ser el corolario de nuestra censura para el recuerdo infamante de aquellos personajes que sobresalieron en las tremendas y criminales luchas que habían de ensengrantar cien veces el suelo de Francia.

No son de extrañar, ciertamente, las censuras que sobre la noble España cayeron no ha mucho por una represión necesaria ante hechos que llevaban camino de ser una reproducción del 93 de Francia.

Los sucesos de Julio , aquellos criminales asaltos a conventos y casas particulares, sin más fin que el robo y la deshonra so pretexto de afanes de libertad, conmovieron Barcelona y estuvieron a punto de reproducirse en España.

Era el comienzo.

Luego vendría lo demás.

Francia con su historia a la vista encontró mal que se contuviera a los bárbaros y se les castigase.

Según nuestros vecinos del Pirineo, aquellos resplendores de incendio y aquella sangre vertida criminalmente, era los redentores de la esclavitud española.

Y sin embargo, ¿podría decirnos Francia qué ganó moralmente con su 93?

Nada.

Dígalo su estado actual.

Ni es más fuerte que su vencedora enemiga, ni ha dejado de existir la aristocracia, ni el capital ha perdido sus derechos, ni la justicia se ha purificado, ni el vicio cedido su trono.

Todas las luchas han resultado estériles…», con esta sentencia ilustrada con un ejemplo español: «todo el que después de ser revolucionario llega al poder tiene la tendencia a reaccionar.

En España tenemos un vivo ejemplo de esto en un célebre ministro de Isabel II, don Luis González Brabo» (t. II, p. 1334).

[21] Madrid 1859 (nueva edición), 2 vols.

[22] , Madrid, José María Faquineto, 1888, 1204 +1167 p.

[23] Pasando por Juan Chouán, La Vendée, Tolón, Lo que causó la muerte de Robespierre, 13 Vendimiario, Tratado de Campoformio, y Napoleón en Egipto

[24] «El rey se despide de su familia» (t. I, p. 764); «Marcha de los girondinos a la guillotina» (t. II, p. 393); «¡Oh, libertad, qué crímenes se comete a tu sombra!» (p. 408); «¡Viva la religión!… ¡Muera la república!» (p. 800).

[25] En el capítulo XV se da cuenta del «fenómeno incomprensible que no nos atreveríamos a consignar a no haberlo hecho antes eminencias médicas como lo eran Esner, el alemán Sommering y el doctor Sué. Dicen que los ojos de Carlota se fijaron un instante en aquel miserable (el verdugo que abofeteara la cabeza de la degollada) y que un vivo carmín esparcióse por la mejilla que acababa de sufrir el golpe» (t. II, pp. 150-151). En el sistema de ilutración, se percibe muy a las claras la oposición entre el «populacho», las «huestes» o más sencillamente la muchedumbre, y los individuos distinguidos con retratos.

[26] Se entera el lector español, por ejemplo, de que «El mando en jefe del ejército confióse al general Wimpfen, quien encargó de regir la vanguardia a M. Puisaye (…) M. Puisaye (…) estableció su campamento en las cercanías de Brecourt, cometiendo la torpeza de abandonar a sus soldados durante la noche del 13 de julio» t. II, p. 376). De algunos galicismos debidos a una posible fuente francesa, valga este como muestra, cuando, a propósito de la «Marsellesa», escribe el castizo J. Castellanos y Velasco: «El himno de la patria estaba descubierto» ( t. I, p. 11).

[27] «Marchemos, hijos de la patria/el día de la gloria luce ya/Otra vez su sangriento estandarte/los tiranos se atreven a alzar./¿Oís rugir por la campaña/esa turba salvaje y audaz?/ Degollar nuestros hijos desea/y en su sangre matar nuestra idea!/¡El arma preparad!/¡No hay tiempo que perder!/¡Marchad a defender/la sagrada libertad! Mirad las hordas de traidores/que el suelo patrio van a hollar./¿Para quienes son esas cadenas/que forjando iracundos están? Son para ti pueblo querido;/presto ve tal afrenta a vengar,/el furor en tu pecho despierte,/busca ya la victoria o la muerte». Según J.-L. Guereña, «La Marsellesa» se impone primero en las filas liberales españolas (juntocon el himno de Riego) y posteriormente en el ámbito socialista y anarquista , como un himno eminentemente revolucionario, símbolo de la lucha por la libertad contra el absolutismo y las fuerzas sociales. En 1845, un tal Perico de los Palotes, ex-miliciano nacional» publica una versión-adaptación de «La Marsellesa», «dedicada a la plebe, para que la cante cuando los partidarios del despotismo intenten acabar con la libertad española» y que empieza por «Hijos de España, levantaos»…

[28] El nuevo Mambruck de Napoleón . Su autor D. A. M. M., Madrid, Imprenta de la Calle de la Espada, 1814, Entre las 30 coplas, estas dos: «La Inglaterra y España/Malapa, Malapa, Malaparte,/unida a Portugal,/harán que vaya el Corso/Malapa, Malapa, Malaparte,/cuchilos ( sic ) amolar»; «Napoleón en el día (…) deseperado está,/porque el León de España/(…) mea al Aguila imperial». También se pone en solfa en solfa también al rey Pepino o Botellas; Cantares patrióticos. Del Entierro y Responso de Napoleón, habiendo muerto de pujos y mal de madre : Su autor un leal Empecinado (Madrid, Imprenta de la Calle de la Espada, 1814), con estos versos: «Ya te van enterrando/los Españoles,/la mortaja te hacen/te tus calzones./Traylo, Marica, traylo,/a Napoleón,/verás como le canto/el Kirie Eleyson».

[29]  Joaquín Díaz (1992, 14), cita un pliego que cantaban los ciegos por las calles: «En la plaza hay un cartel/que nos dice en castellano/que José, rey italiano/roba a España su dosel./Y al leer ese cartel,/Manolo, pon ahí debajo/que me cago en esa ley,/porque acá queremos rey/que sepa decir carajo», sin olvidar todas aquellas que versan sobre Pepe Botellas, que pertenecen más a la historia de España que a la de Francia.

[30] Largo Discurso que tuvieron Napoleón y Marat después que regresó este de España a Francia (Madrid, Imprenta de Figueroa, 1808).

[31]  Véase Botrel, 1986. Existen más historias de cordel repertoriadas como Napoleón I, Emperador de los franceses  de 4 pliegos, editada en Barcelona, Madrid, Palma y Reus, o Los crímenes de Napoleón (Palma, Borrás, s. a., 4 pliegos) a las que no he tenido acceso.

[32]  Véase Botrel, 1986, 47.

[33] Se reproducen, p. 30, unas frases de lo que Lannes le contaba a Napoleón sobre el sitio de Zaragoza del que se desprende el valor, heroísmo y abnegación de los aragoneses.

[34] La exaltación del valor aragonés ya se encontraba en el mencionado Largo discurso que tuvieron Napoleón y Murat… : «si usted quiere acabar/con toda Francia entera,/envíele a Zaragoza,/verá cómo en una siesta/hacen ondas ( sic ) sepulturas/y toda enterrada queda», dice Murat.

[35] «Derrota hecha en la Puerta del Sol a los Mamelucos»; «Barios ( sic ) edificios son saqueados por las tropas francesas y fusilados a la puerta sus moradores»; «Fusilamientos en el Prado»; «Fusilamiento en la tapia de Jesús»; «Fusilamiento en la Montaña en la ( sic ) amanecer del día 3» (tres viñetas seguidas construidas de manera idéntica, con evidente impacto visual por las escenas representadas y su recurrencia) .

[36] Véase Botrel, 2002. Dice la primera viñeta: «Nace en Córcega el varón/de siglos admiración»; la n°5:«Entrega su mano y fe/a madama de Beauharnais»; la 26: «Entra en la Hispana nación/pero lo hace con traición»; la 27: « A Carlos cuarto en Bayona/hace abdicar la corona»; la 28: «Teniendo a España en su mano/da la corona a su hermano»; la 29.: «España da a conocer/que no lo sabe temer». En este pliego se percibe (cf. viñetas 26 y 29) un evidente contraste entre elejército napoleónico macizo y ordenado y los 4 guerrilleros desafiantes que enmarcan a Napoleón y su hermano sentados en un trono.

[37] Historia de la guerra de independencia española. Años 1808 a 1814 (Madrid, Marés, 1859; Historia de la guerra de Independencia de 1808 (n° 109 ) Lit. Fernández-Gonzalo de Córdoba, Madrid) ( « El año honroso/fue el mil ochocientos ocho/donde empieza la campaña»).

[38] Véase Botrel, 2005, Vega (2004) y Ramos (2006).

[39] El dos de mayo o los franceses en Madrid . Novela histórica original, Madrid, 1863, 720 p. (Ferreras, 421) o de Juan de Ariza, El Dos de Mayo. Novela histórica , Madrid, 1846, 525 p. (2 a ed. 1849).

[40] Apud Aparisi, Gimeno, 1996, LVII y 2003, 216-7. También se podría observar que la novela intercalada en El Pilluelo de Madrid , La flor de Castilla , inicia la acción en plena guerra de la Independencia, y que en Treinta años o la vida de un jugador de Manuel Angelón se da una visión desmitificadora de la lucha contra la invasión francesa en boca de D. Carlos Varner, el personaje más negativo de la novela, eso sí (Aparisi, Gimeno, 1996, 27-221).

[41] Las ruinas de Santa Engracia o el sitio de Zaragoza . Novela histórica, Valencia, 1831, 2 vols. 16° (Ferreras 1785); Vázquez de Taboada, Manuel, El sitio de Zaragoza. Novela , Madrid, 1846, y El sitio de Zaragoza. Novela histórica original … Contiene muchos y muy curiosos documentos, Madrid, Murcia y Marti, 1864 (publicada por entregas de 16 p. in 4°); Riesgo, Pascual de , El sol de Zaragoza. Novela histórica , La Habana, 1846, 2 vol. (F1705).

[42] Teodora, heroina de Aragon : historia de la guerra de la independencia, o, memorias del coronel Blok / escritas (y no publicadas) en francés por Mr. Rodolphe (Casimiro) ; y traducidas al castellano por Antonio Guijarro y Ripoll

Valencia : Libr. de Cabrerizo, 1837 (Impr. de Cabrerizo) (cf. también F931); J. Torrá y Catá, La heroína del Segre. Novela moral histórica de la Guerra de Independencia , Barcelona, 1882, 166 p., 4°. (F1984); Cobo, Carlota, La ilustre heroína de zaragoza o la célebre amazona en la guerra de la Independencia. Novela histórica , Madrid, Aguado, 1829, 528 p., 4° (F529).

[43] Madrid, 1844-45 16° 3 vol. (F 857)

[44] (F2095). Rodríguez Solís, Los guerrilleros de 1808 (F1752). Más tardías son las novelas de Manuel Angelón y Broquetas, ¡Atrás el extranjero! Novela histórica del la guerra de la independencia, Barcelona, Bernagossi, 1867, 1.036 p., de Alfredo Opisso y Vinyas, El grito de la independencia. 1807-1817. Novela histórica , Barcelona, R. Molinas, 1881, 2 vols. (F1473).

[45] Con motivo de la Revolución de 1848, publica José Pastor de la Roca , La república roja o los obreros de París en 1848. Novela político-socia l, Alicante, 1849, 280 p. (aunque su formato in- 8° no la caracteriza como «popular»…) y sobre la Guerra de Crimea, Federico Durán y España escribe una «novela histórica contemporánea», El sitio de Sebastopol o la sangre de la venganza ,Vich, 1856, 2 vol. (F665).

[46] Por jemplo: novelas históricas del año 1832 publicada en 1833 (F89 y F92), novelas sobre Espartero (F708) , Zurbano (F231), Fernando el deseado (F192), la Guerra de África ( F503), sobre la Guerra de Cuba (F105)), el asesinato del general Prim (F167), la Guerra del Pacífico (F1578), las guerras carlistas (cf. F755, F646, F759, F459, F1015, F669 y los Episodios de la guerra civil en forma de novelas históricas (Barcelona, Oliveres, 1877-78),14 tomos a 4 reales en Barcelona y 5 en los demás puntos del Reino, con los siguientes autores: R. Esparza e Iturralde, J. Botella Carbonell, L. Torres de España, P. Aguilera Sansona, P. Escamilla, F. Cañameque Carbonell, Gregorio Barragán), el cantón de Cartagena. ( Cartagena. Recuerdos cantonales , Barcelona, 1875, 254 p.), la mano negra (F518, F602). En cuanto a la Cansó den Barceló ( «el esforzado marino español») renovada en lo añ 1849 , celebra en su 6 a . copla a Francia y España («Viva Fransa y España/Y los dos generales (que son als tals) /Que en esta campaña/ammostran los caxals (mirals)…», pero se trata del bloqueo de Gibraltar en 1779…, con la siguiente conclusión: «Si el rey de España tuviera/cuatro como Barceló/Gibraltar fuera de España/que de los ingleses no»

[47] Incipit: «De hombres grandes la memoria/es de las naciones gloria». Con Garibaldi, es el único personaje extranjero en la serie Marés, Minuesa, Hernando ( Botrel, 2002).

[48] Ofrezco aquí la descripción del documento hecha por M. A. Orobon: «alegre baile del Papa, de Guillermo, de Prim y del Tsar que pisotean a Isabel II, al son de una organillo (con el membrete «2D bre ») tocado por Napoleón con blusa; entre sus piernas, ¿Alfonso?», con un estribillo « Alons etc. etc.» que remitirá a la Marsellesa. Dice la copla 4 a . «A las armas tohom!/(s’enten, que soldat siga)/nirá ‘l Rhin gom á gom/roitg de sanch enmiga/BERDAN (Verdun) y CHASEPOT/y las METRALLADORAS/ne faran un VAITOT/igual que regadoras./ Alons etc. etc. »; la 15 a : «M’han ben aixafat l’ou/l’Alsacia y la Lorena; vatg aá caball d’un bou/com l’oncle a santa Elena./Mach-melon y Frossart/Lebuf, Fally y Bacayna/de tunyina estan farts/per ser cobarts y bainas./ Alons etc. etc. (se puede oír la percepción fonética de los nombres de los protagonistas (incluso cuando se trata de una deformación voluntaria como para Mach-melon/Mac Mahon) y la 19 a . «Mondiú Nap-polsson/presoner sens corona:/aniré a correr mon/tot fen ballá la mona./Alons etc. etc.(en la 21 a aparece «la Eugenia»). Moraleja: D. Luis . Aprende, tronos de mí/lo que va de ayer a hoy:/ayer Emperador fuí,/ y hoy…un miserable soy Justicia. Aprendes, reyes también,/lo que va de hoy a mañana;/hoy al Pueblo hollais la sien/y mañana… ¡cosa vana!». No falta una evocación de la República con los gorros frigios presentes en la viñeta (12,5x18cm) del pliego de cordel, ya que la historia de Francia también se visualiza literariamente: por ejemplo con Napnap bailando el can-can…

[49]  Con dos novelas conocidas: la de Juan de la Puerta Vizcaíno ( El sitio de París. Novela histórica de actualidad-, escrita en vista de los datos recibidos , Madrid, 1870, 2 vols, 847 p. (10 láms.)+1225 p. (15 láms.)), que, según M. A. Orobon, es una « novela por entregas que presenta una interesante evolución en cuanto a la consideración del pueblo que pasa de masa ignorante y manipulada a actor y héroe de la Historia»y la de Enrique Manera, El coracero de Froeswiller. Recuerdos de la guerra franco-prusiana (Buenos Aires, 1887, xii-147 p.) (F1165), mientras la guerra entre Rusia y Turquía pudo inspirarle a Torcuato Tárrago y Mateos tres tomos de Turcos y rusos. Historia de la guerra de Oriente en 1877 , Madrid, 1877-1878 (F1954, p. 393b).

[50] Respectivamente: Barcelona, Casa editorial de José Codina, Madrid, José Ferrer, Habana, Molinas Hermanos, 1871, 379 p. (ilust.); Barcelona, Casa editorial de José Codina, 1871, 624 p. , (ilust).

[51] Madrid, 1871, 2 vol.; Manuel Fernández y González, aunque por lo visto ya no vivía en París (Botrel, 2004) es autor de París subterráneo. Bombardeo de Parí s, Madrid, José Gracia, 1871, 2 vol. (F742).

[52] P. 1000

[53]  Véase, por ejemplo, José Fola Igurbide, Zola o el Poder del Genio (1903), drama en seis actos y trece cuadros.

[54]  Como pasto colectivo via la lectura en alta voz, como fuente para comentarios y «voces vagas», para posteriores apropiaciones y recreaciones, etc.

[55] Véase, por ejemplo, las formulaciones del librito que acompaña el CD de las Canciones de de la guerra de la independencia recopiladas por Federico Olmeda , donde se encuentra aún alguna huella de esta visión (cf. p. e., el comentario de «La Tirana de la Convención (1793). En el tríptico sobre el Oratorio de San Felipe Neri en Cádiz, se dice, a propósito de las Cortes de Cádiz de que fue sede que «fue un proceso revolucionario, aunque incruento, social, económico, político y cultural…». En el carnaval de Barcelona de 2005, la comparsa denominada «La guillotina de María Antonieta» compuesta de tenderas del Mercado de la Boquería, se componía de una guillotina, una docena de Marías Antonietas con la cabeza oculta por cilindros de cartón con orla de papel crespón encarnado para figurar la sangre del degollamiento y unas cabezas de maniquí con pelucas «à la Marie Antoinette» llevadas del brazo…

[56]  En los años 1950, en la sierra de Guadarrama, contaba el gran hispanista francés Noël Salomon, que, en el pueblo donde estaba hospedado, la gente hablaba aún de los «napoleones» para referirse a los franceses.

[57] Conste, por ejemplo, que las historias de cordel o los pliegos de aleluyas de los años 1850 que versaban sobre la Revolución francesa y la Guerra de independencia siguieron editándose casi hasta 1936…