Cosmopolitismo y mediación cultural en la España del siglo XIX

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Península. Revista de Estudos Ibéricos , 4 (2007), pp. 35-44

Cosmopolitismo y mediación cultural en la España del siglo XIX.

«Venga el aire de todas partes; abramos las ventanas a los cuatro  vientos del espíritu ; no temamos que ellos puedan traernos la peste, porque la descomposición está en casa» ( Leopoldo Alas «Clarín»,  Mezclilla , Barcelona, Lumen, 1987, p. 50).

Como observa el historiador Cristophe Charle, «gran parte de la dinámica intra-europea provino, durante el siglo XIX, de los desfases y trasferencias culturales permanentes entre pequeñas y grandes naciones o entre naciones avanzadas y naciones atrasadas» (2002, 248-9).

En tal situación, que bien puede caracterizar la situación de España, con tal que se amplíe a Hispanoamérica, las trasferencias suelen implicar una circulación de unos bienes materiales o inmateriales (Botrel, 1993, 578-601), con, en el caso de España, unas estrategias de importación más que de exportación y la producción de unos discursos vulgarizadores y/o calificadores portadores de adaptación e hispanización [1] .

En este proceso de trasferencia más o menos activo o pasivo, como aparato colectivo de mediación atento a una circunstancia no circunscrita al espacio nacional, desempeña la prensa (los diarios y las revistas) un papel muy señalado y continuo aunque no exclusivo [2] , con un permanente diálogo e interacción con otras publicaciones periódicas.

Dentro de este marco, destacan por sus iniciativas y la elaboración de un discurso adecuado a los gustos y expectativas de los destinatarios, algunos intermediarios culturales o «passeurs» (Botrel, 2005), quienes contribuyen señaladamente, de por oficio y/o convicción ideológica más o menos militante y también, gracias al conocimiento de la lengua fuente, a «abrir las ventanas» y a hacer que corra el aire… [3] .

Este es, a todas luces, el caso de Clarín quien, como observa C. Charle (2002, 248-49), como producto de un campo intelectual de antiguo estilo, puede acumular una posición oficial (la de catedrático) y una posición independiente (la de periodista, notable local y literato) y es un agente bien situado para operar múltiples trasferencias: entre la cultura europea y la española, entre la alta cultura de la universidad y la cultura media de los periódicos y revistas, entre la cultura de la capital (prensa, Ateneo) y la cultura local (no sólo de su ciudad de residencia…), encontrándose, pues, en posición de mediador entre la alta cultura europea y la española, la alta cultura española y la cultura media española. De la necesaria trasferencia cultural, de la eficaz mediación de la prensa y de su responsabilidad como intermediario tiene muy clara y aguda conciencia Clarín, como vamos a ver, y, tratándose de Francia –pero también de otros países como Portugal [4] -, lo pone por obra según unas modalidades que nos interesa observar.

Trasferencia y mediación: la conciencia del intermediario.

A fuer de buen y fiel krausista y como intelectial  avant la lettre (Botrel, 2002a), piensa Clarín que lo que viene de fuera -lo antiguo y lo mejor de lo nuevo- contribuye a lo que llama la "prosperidad intelectual" de España y, por consiguiente, teoriza y practica él lo del  (inter)cambio intelectual con el extranjero para derruir " la muralla de China que nuestra ignorancia, nuestra pereza, nuestra vanidad y nuestras preocupaciones han levantado en las fronteras del espíritu nacional". Años antes de que lo recomendase Unamuno para "españolizar a Europa", Clarín hace la "digestión de aquella parte de espíritu europeo que pueda hacerse espíritu nuestro", afirmando una y otra vez en 1892: "Hoy que de nuestro propio jugo tan poco podemos dar para alimento de la cultura, es más necesario que nunca asimilar lo extranjero, comprenderlo, sentirlo, estudiarlo". Para el reformador Clarín, "no tanto necesitamos que a nosotros nos oigan y atiendan los de fuera, como necesitamos atender y leer nosotros a los demás, a los de ciertos pueblos más adelantados más particularmente". Una expresión muy diáfana de sus análisis e ideas al respecto se puede encontrar en  El Porvenir de 7-IX-1882 con motivo de una reflexión sobre la Liga literaria hispano-portuguesa ( apud Utt, 1988, 203-7) que le permite a Clarín dar una visión contrastada de Portugal y España con respecto a su actitud hacia la importación de bienes culturales.

Para él (Alas, 2004, 108), «Portugal tiene un gran espíritu de asimilación; el elemento ilustrado de su pueblo ha comprendido la gran ventaja que sacan las naciones que se han quedado zagueras en la cultura, siendo humildes y modestas y aprovechando lo que los otros países más dichosos les enseñan en el camino de los adelantos (…), el saber, la idea, el arte, son bienvenidos aunque vengan de lejos; en Portugal tiene un eco inteligente todas las voces de la moderna vida intelectual», aunque también observa que «si cuanto se piensa, escribe, observa y descubre en Francia , en Inglaterra, en Alemania, en Italia, estudian, analizan y apropian los portugueses, de España apenas hablan» [5] , mientras «en España, en general se estudia poco, y se estudia menos que otra cosa la vida intelectual de las naciones que nos han adelantado en este camino… Cuando imitamos a los franceses y el imitar ya es malo, ya es una indigestión de cabeza, les imitamos lo peor que tienen (…). La mayor parte de nuestros literatos creen que España se basta, inspirándose en su historia, en su cielo azul, en su guerra de ocho siglos, en su grandeza pasada, en cuyos dominios no se ponía el sol etc. ; todos creen, o muchos, que la originalidad exige la ignorancia troglodita (…). Aparece una escuela filosófica o literaria, o lo que sea, y no se sabe de ella más que lo que dicen sus enemigos superficial e interesadamente; la pereza tiene el afán de sepultar lo nuevo, para no tener que estudiarlo. Así es que aquí, si no se sabe nada o casi nada de Portugal, es, ante todo, porque se sabe poco de cualquier parte. Pero es indudable que de de ningún país ignoramos tanto como de la tierra de Luso» (Alas, 2004, 109).

De ahí, sin más objetivo que «dos pueblos hermanos y vecinos se conozcan mejor» (Alas, 2004,107), el que Clarín abogue por unos pinitos encaminados a «facilitar la unión de los espíritus, la unión de los cuerpos, la unión, o la más íntima amistad, por lo menos de ambos países» (Alas, 2004, 110), para un iberismo cultural de escaso alcance práctico, valga la verdad.

Pero en esta corriente de necesaria trasferencia cultural, no cabe duda de que Francia es el manantial más caudaloso y más solicitado, aunque no exclusivo, y como representativo de algo más trascendental: el progreso y la modernidad [6] . Al mismo tiempo que reconoce la diferencia de nivel cultural existente entre ambos países [7] y se semiburla de sus consecuencias lingüísticas [8] , no se le olvida a Clarín que también es el francés un pasaporte para Europa, ya que "sous couvert de l'influence française pénètre en España celles des autres pays de "culture supérieure", como observa, en el único artículo suyo traducido al francés [9] , y se preocupa por buscar directamente en otros países lo que puede ser útil para España y corregir esta excesiva dependencia: de ahí su decidido apoyo -ya mencionado- a la Liga literaria hispano-portuguesa [10] , o su proyecto de Biblioteca anglo-alemana [11] . Desde una clara conciencia del papel y de la misión de la prensa, de los diarios y de las revistas [12] , y según unas modalidades de trasferencia que, por constantes y ejemplares, interesa analizar.

Las modalidades de la trasferencia y de la mediación.

Una primera observación: no cabe duda de que Clarín es un lector asiduo de la prensa en general, y peculiarmente de la prensa francesa –la  Revue des Deux Mondes es la más aludida-, pero también –conviene destacarlo por ser algo bastante original en la época- de los mismos textos, de ser posible en su versión original. No faltan pruebas al respecto. Pero de lo que pudo leer en la prensa y la literatura francesa para potenciales trasferencias, es difícil encontrar un exacto eco ni impacto [13] .Aun cuando nos sea posible, gracias a la edición de toda su obra periodística, ser más exhaustivo que Bull (1948) en el recuento y la estadística de autores y obras citados o tratados, no llegaremos por esta vía mecánica a entender el proceso de trasferencia, porque de estas lecturas sólo encontramos de manera excepcional explícitas huellas.

 Sabemos, por otra parte, que no se trata de una lectura pasiva sino crítica y asimiladora [14] ; no una reproducción, ni siquiera una traducción, sino una verdadera construcción intelectual y discursiva en el que el intermediario cuenta con algún saber lectorial que a veces se nos escapa hoy, como vamos a ver.

El trabajo y el resultado puede ser más o menos sofisticado o puntual: puede consistir, por ejemplo, en dar cuenta de las representaciones de las obras de Sardou, Dumas o Feuillet a partir de representaciones en italiano [15] , en un artículo crítico de la traducción de  Rolla  de Musset cotejada con recuerdos de lecturas juveniles del texto original [16] , o en un estudio largo sobre «La juventud de Flaubert» a partir de una lectura interpretativa y comentada de los  Souvenirs littéraires de Maxime du Camp publicados en  Revue des Deux Mondes entre septiembre y diciembre de 1881… [17]  Pero también puede ser, en tiempos de censura, la utilización táctica y más o menos desafiante y pícara de una anodina noticia leída en la prensa española o francesa pero que le permite establecer o sugerir la comparación y trascenderla con una lección patria: los resultados de las elecciones en Francia, en octubre de 1877, con la derrota de los monárquicos por los republicanos, por ejemplo, le permiten hablar de «esa lucha tremenda, porque es quizá definitiva, entre la libertad y la reacción», de la República cuando está prohibido mencionar la palabra y de Castelar quien «ha hablado a las masas en París, y el pueblo entusiasmado le ha hecho objeto de una espontánea ovación (…) hablaba el lenguaje de la libertad, de la democracia que todos los pueblos comprenden». Todo el artículo se ha de leer, claro está, pensando en la situación española, con la muy efectiva amenaza de una suspensión del periódico por el fiscal de imprenta [18] .

La misma visión crítica de la situación francesa puede ser motivo para unas indirectas consideraciones sobre la situación española, como cuando a propósito del poeta Alberto Glatigny, evoca los estragos provocados por «el apogeo del bonapartismo colateral», pensando tal vez en la España de la Restauración: «El imperio sólo tenía un enemigo temible: las ideas. Contra ellas se dirigieron todos sus ataques. Se permitía el placer, se halagaba la concupiscencia, había válvulas para las pasiones, sólo al pensamiento se le obligaba a arrastrarse. Poco a poco fue siendo pequeño; la religión formal y mezquina; la ciencia oficial, la industria interesada y cortesana del vicio, la política una meretriz; el arte trivial y materialista.

 Callaban los poetas que habían cantado sin prisiones…» ( La Unión , 3-XII-1879; Alas, 2002, 314).

 Esto en situación de censura, cuando manda Mendo (el fiscal de imprenta) (cf. Botrel, 2002c, 42-44).

 Pero también puede dar lugar a expresiones más optimistas y entusiastas como cuando comenta la noticia de que Víctor Hugo vendrá al Centenario de Calderón: «El genio visitando al genio (…) Víctor Hugo, el poeta libre pensador, el profeta del racionalismo, rindiendo homenaje de admiración y respeto al poeta católico (…) Figurémonos a Castelar recibiendo a Víctor Hugo, en nombre de España, ante el sepulcro de Calderón. (..) ¡Qué discurso! ¡ Qué situación! ¡Qué recuerdos! ¡Qué hombres!» ( La Publicidad , 13-V-1881; Alas, 2003b, 314). Obsérvese que Clarín no duda incluso en hacerse el defensor ante la opinión española, del gran poeta contra los ataques de cierta prensa francesa [19] , lo mismo que no duda en denunciar el patriotismo de la crítica teatral y en ensalzar a Sarah Bernardht por lo que aporta al teatro español [20] .

En algún caso se deduce del carácter alusivo de la referencia francesa que Clarín supone en el lector una cultura o información previa como cuando, en una reseña de teatros, alude al decreto Ferry sobre las congregaciones, para una indirecta anticlerical: «Del bello sexo sólo diré que lucían todas aquellas educandas trajes muy adecuados a las esbeltas formas. Si esto se usa en los colegios y conventos de Francia, comprendo el artículo 7 de la ley sobre congregaciones» [21] .

Observada en la diacronía, la relación construida por Clarín con la cultura francesa y su estrategia de trasferencia nos aparece más coherente, como en el caso de la recepción del naturalismo –fenómeno literario internacional, como se sabe- y de sus expresiones al respecto.

Si a Clarín no le habrá faltado una información de segunda mano escrita y oída (y no de oídas), cuida no fiarse de «lo que aquí repiten un día y otro día muchos apreciables revisteros, que desprecian el naturalismo sin conocer ni sus obras ni sus doctrinas, no es más que eco de otro eco contrahecho, ya que el revistero repite lo que dice el corresponsal, y el corresponsal copia lo que escriben Sarcey, Pierre Véron, Bigot, Caraquel, Valvert, Brunetière, etc.»  (La Diana , 16-II-1882,; Alas, 2003b, 876).

Si las menciones a Zola comienzan a aparecer en las publicaciones periódicas españolas en 1876, repertoriándose más de 130 pertinentes ítems hasta 1879 [22] , Clarín no parece darse por enterado hasta que, tal vez como consecuencia del revuelo ocasionado en la prensa francesa por el estreno de la versión teatral por William Busnach de  L’Assommoir el 18-I-1879 [23] y coincidiendo con una convalescencia de una «larga y peligrosa enfermedad», lea en francés la novela de Zola [24] , sin que esto tenga traducción periodística.

El 10-IX-1879, a propósito de  Los Apostólicos  y de la novela-historia , después de acordarse de Freytag ( Los Antepasados ), se refiere por primera vez a Zola, quien «a pesar de sus excesos, era realista de los buenos, por más que sus teorías valgan mucho menos que sus novelas; y también trae entre manos la historia de una familia, a lo largo de un siglo». Y viene una alusión a  L’assommoir leída meses antes, como ilustración de la noción de «historia de lo novelado»:«Dentro de una sola parte, en  L’assommoir , narra la vida de Gervasia y nos la pinta joven, y luego casi decrépita, no por los años tanto como por la miseria y el vicio. El interés que Gervasia produce débese no sólo a la maestría de Zola, sino a lo que he llamado perspectiva del recuerdo; cuando muere la pobre lavandera en su zaquizamí asqueroso nos acordamos de los sueños de su juventud, y sentimos correr el llanto… como no seamos muy idealistas» [25] .

 Luego, en el prefacio anónimo a la traducción de  Nana  (anterior a julio de 1880), dará múltiples pruebas Clarín de que sigue leyendo, con mucha puntualidad, lo que se escribe acerca de Zola en Francia [26] ,y podemos ver cómo el haber leído en la  Revue positive una serie de artículos dedicados al análisis de Zola como novelista en sus relaciones con el positivismo le sirve para rechazar implícitamente la idea que el «arte es letra muerta en Zola o que Zola está haciendo en la literatura la  evolución positivista» [27] . En su crítica en la prensa de la traducción de la novela ( La Publicidad , 19-VIII-1880) [28] , dará ya claras señales de que ha ido preparándose para llegar, tardía pero decisivamente, a ser el máximo defensor de Zola y del naturalismo en España. A partir de 1881, con motivo de la reseña de  El señor Octavio y luego del teatro menudearán las alusiones a Zola (siete en total) hasta que, el primero de febrero de 1882, coincidiendo con el debate en el Ateneo sobre el naturalismo, empiece a publicar en  La Diana  la serie de sus cinco fundamentales artículos titulados «Del naturalismo» y, después, a partir del 1-VII-1882, los titulados «Del estilo en la novela», en  Arte y Letras .

 Con esta preparación, ya puede fijarse en la actualidad más sonada, acompañándola, y a propósito de  Pot-Bouille  y del affaire  Duverdy [29] ,  reaccionar con un artículo de 23-II-1882 en el  Gil Blas para luego, en  El Progreso  n° 380 de 19-V-1882 referirse ya a Pot Bouille («Con mucha razón critican algunos literatos y muchos vecinos honrados el atrevimiento con que Zola describe en  Pot-Bouille las vicisitudes de una parto»), observando el 2 de octubre que estarde para hablar de esta novela», porque ya ha sido excomulgada por «los papas de  La Revue des Deux Mondes  y sus corresponsales en España [30] . Ya varias revistas e ilustraciones de las que pagan un corresponsal en París han dicho que  Pot-Bouille era  cochon et compagnie . Y es temprano para hablar al gran público –el público grande- porque este no sabe francés, y la obra aún no está traducida, a Dios gracias». Una lección de deontología periodística y crítica.

Como se ve la actualidad francesa no le interesa como tal: sólo tras una reflexión teórica sobre lo que supone la obra de Zola para la evolución/revolución de la novela, llega a referirse a lo anecdótico, dándole sentido y todo lo hasta entonces callado o no expresado lo vierte ya maduro en lo que más que  La cuestión palpitante  ha de servir de corpus doctrinal para el naturalismo español.

 Pero conste que este interés de Clarín por trasferir, según sus propias pautas, lo que en Francia le parece útil para su patria, no le impide mantener una actitud crítica hacia el país vecino. Muy al contrario.

Como se sabe en la época, Francia desprecia cuanto ignora y cuando de literatura española se trata, se observa, por las revistas, que el desconocimiento es casi total [31] . Cuando, excepcionalmente, de literatura española se habla, como buen español, Clarín se siente satisfecho y contento que críticos y lectores piensen en algo español que no corresponde ni a los toros ni a los pronunciamientos, las dos únicas palabras castellanas que conocen todos los franceses, según afirma, al ver, por ejemplo, que libros españoles (novelas de Valera adaptadas/traducidas o fragmentos de poesías de Núñez de Arce) sugieren reflexiones e inspiran artículos a escritores muy discretos y disertos en París, aunque no se le oculta que se utilizan para atacar a Zola, como el artículo de Brunetière consagrado a Valera que es, en rigor, «un ataque nuevo a los naturalistas franceses». Y , escribe Clarín, «para tratar a los autores españoles más eminentes de prisa y mal –se refiere a Núñez de Arce-, como si fueran poetas salvajes de una isla recién descubierta, que urge hacer conocer al mundo, para esto más vale que los críticos y traductores franceses no se acuerden de esta pobre patria, que podrá envidiarles muchas cosas, pero no el ingenio… y no estaría mal que Brunetière estudiase un poco mejor nuestra literatura; así podría aprender que en España no hay esas causas permanentes de que habla para que la novela no florezca; florecía tanto en algún tiempo que con su frondosidad se cubría todo el parnaso y, aunque lo ignore Brunetière, renace aquí ese género, mientras otros decaen, con vigorosa e inesperada lozanía» [32] .

Trasferencia y asimilación.

 Como elemento de reflexión final, me parece interesante traer a cuento algunas consideraciones de Clarín sobre cosmopolitismo y relaciones literarias internacionales. Para él (Alas, 2005b, 578), «una cosa es borrar todos los caracteres nacionales a fuerza de asimilarlos y acumularlos, y otra cosa es dar a conocer en cada nación lo que otra produce, como tal nación también, sin quitarle nada de su sello peculiar. Esto último, mejor que cosmopolitismo, puede llamarse literatura internacional (…) En la letras, se puede decir que trabajan por el cosmopolitismo los que toman de los extranjeros ideas, formas, pero sin respetar la nacionalidad en el lenguaje, ni en la relación al medio», al tomar el ejemplo de Ibsen y Tolstoi en Francia habla de asimilación «para la vida del arte universal, del jugo estético y filosófico de dos escritores  universales».  Pero también existe otra manera de actuar que sería «poner a la vista, con la mayor fidelidad posible, lo que unos países producen, con carácter peculiar, para que los otros países conozcan algo nacional también», de ser posible, publicando «las obras de la nación que se estudia, en el idioma mismo en que están escritas» como lo estaba haciendo la Casa Garnier en Francia [33] , aunque reconozca que pocos franceses saben español, lo cual es un «obstáculo mucho más difícil de vencer que los Pirineos. Los Pirineos se pasa, o por encima o por debajo; para las letras, no hay más paso que el tunel de la traducción… pero en esta sucede que el tren que entra en la cueva no es el mismo que sale por el otro lado»… (Alas, 2005b, 581).

Así y todo, sin que sea fácil calificar y menos medir los efectos de tal(es) militancia(s) – y el hispanismo internacional viene tomando su parte en la tarea-, conste que desde aquel entonces algo ha cundido de las relaciones literarias internacionales, gracias a las traducciones, pero más aún del cosmopolitismo literario, e importa destacar que la prensa ( lato sensu ) como medio de comunicación cada vez más hegemónico o casi único durante el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, es para Clarín y muchos más, aunque en menor escala, el cauce ya privilegiado de las trasferencias culturales, y que por ende es preciso tenerla más en cuenta; sin olvidar que esta mediática trasferencia es más intermediática de lo que deja ver un mero estudio de la prensa y que no se trata de trasparentes o perceptibles «paquetes»: la asimilación por parte del intermediario y por parte del destinatario pasa por un trabajo de lectura-escritura-lectura, de comunicación, con un intricado juego en el que entran los saberes lectoriales y la escritura periodística, desde unos supuestos más sutiles y menos homogéneos de lo que parece. Dicha complejidad de realización en la diacronía requiere una visión a la vez dialéctica y antropológica que tenga en cuenta la realidad de unos usos de la prensa de distinta índole así como los distintos niveles de expresión en unos órganos de comunicación con voces y lectores múltiples.

Si llega Clarín a destacar entre tantos, se deberá, sin duda, a su peculiar y relevante manera de escribir para los demás y a su permanente preocupación pedagógica [34] ; pero sobre todo tal vez, porque en una situación en la que el papel de mediación de la prensa podía resultar meramente pasivo, sabe Clarín imponerle, siquiera a título personal, la intención reformadora e hispanizadora de la apertura a la cultura francesa y europea, con una pedagogía de la prensa que permite adaptar, hispanizándolo para bien, lo que resulte útil para el progreso del país.

 Y si al final de una vida dedicada a bregar por unas relaciones literarias más equilibradas, llega a confesar que es «de los desengañados en punto a estas comunicaciones internacionales», también se ratifica como «de los que más las desean» y , con su peculiar ironía, zanja el debate con esta meditable opción: «No importa; aunque sea por señas, debíamos procurar comunicarnos todo lo posible con el resto del mundo civilizado».

Jean-François Botrel (Univ. Rennes 2).

Obras y estudios citados:

Alas  Clarín , Leopoldo,  Obras Completas. V. Artículos (1875-1878) , Oviedo, Ediciones Nobel, 2002.

Alas  Clarín , Leopoldo,  Obras Completas. IV.Crítica, Oviedo, Ediciones Nobel, 2003.

Alas  Clarín , Leopoldo,  Obras Completas. VI. Artículos (1879-1882) , Oviedo, Ediciones Nobel, 2003.

Alas  Clarín , Leopoldo,  Obras completas. VII. Artículos (1882-1890 ). Edición de J.-F. Botrel e Yvan Lissorgues, Oviedo Nobel, 2004.

Alas  Clarín , Leopoldo,  Obras completas. VIII. Artículos (1891-1894).  Edición de Yvan Lissorgues y Jean-François Botrel, Oviedo, Nobel, 2005.

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[1]  La noción de trasferencia cultural, según Charle (2000), implica traducción, desfase, desconocimiento, malentendido y no sólo difusión y trasparencia, como en la antigua visión irénica de las relaciones culturales entre naciones. Según él, «se trata de entender por qué las naciones europeas comunican, por qué también rechazan hacerlo y por qué lo hacen de manera muy diferente».

[2] También intervienen en el proceso agentes como los importadores, los libreros, los galeristas, los museos, las modistas, los cocineros, etc., pero también el Ateneo y el teatro: de las representaciones de autores franceses contemporáneos por actores italianos de la compañía Bellotti-Bon, piensa Clarín, por ejemplo, que se trata de una ocasión pintiparada «para que nuestros poetas tomen nota de las excelencias de los extraños, para procurar asimilárselas y añadirlas a las propias» ( El Mundo moderno , 30-IV-1881; Alas, 2003b, 659-661)..

[3] Este es el caso en Italia del crítico militante Giovanni Alfredo Cesareo, cuya «ampiezza delle sue letture (...) gli consente di esaminare i fatti culturali in una prospettiva che tiene in conto da un lato le strutture profonde che caracterizzano la civiltà occidentale e dall’altro i codici epocali con le diverse sfaccettature che essi assumono nel paradigma delle tradizioni nazionali», como observa Maria Caterina Ruta (1990, 174), quien también nota que «Clarín è indubbiamente un personaggio della cultura spagnola coeva per il quale Cesareo prova una singolare attrazione ma su cui esprime anche delle riserve» (1990, 163). Sobre el concepto de «intermediario cultural», véase Asseo, 1981.

[4] Cf. Utt, 1988.

[5] Esta idea de «eco inteligente», queda muy bien ilustrada y confirmada en el reciente libro de António Apolinário Lourenço sobre Eça de Queirós e o Naturalismo na Península ibérica (2005), por ejemplo.

[6] Para más detalles, remito a mi estudio al respecto (Botrel, 2001).

[7]  En La Publicidad del 19-VIII-1880 (Alas, 2003b, 508-510), al reseñar la traducción española de Nana , observa Clarín la diferencia de nivel cultural entre París y Madrid: «en París discuten los Congresos de obreros la suerte que en el derecho moderno cabe a la mujer, y en Madrid discute la prensa si caso de no ser niño el niño que va a nacer, se lo llamará princesa o infanta. Da una tristeza infinita el pensar en la distancia que separa nuestro estado de cultura de la cultura francesa, nuestra política de su política».

[8] Según confiesa, escribe para sus contemporáneos, y sin hacer alarde de cosmopolitismo gramatical, escribe… con algunos galicismos: «ahora los muchachos españoles somos como la isla de Santo Domingo en tiempos de Iriarte: mitad franceses, mitad españoles; nos educamos mitad en francés, mitad en español, y nos instruimos completamente en francés. La cultura moderna, que es la que con muy buen acuerdo procuramos adquirir, aún no está traducida al castellano»; de ahí una juventud «afrancesada en la literatura» (Alas, 2003a, 120-1).

[9] «Le mouvement littéraire contemporain (Roman, poésie, théâtre)», Nouvelle revue internationale , 2° sem. 1900, p. 83-97. Sabemos, por ejemplo, que lee la Estética de Hegel en la traducción francesa hecha por Charles Bénard entre 1840 y 1851, en cuatro tomos, y refundida más tarde por este mismo erudito en dos volúmenes en 1875 (Bonet, 2002, 90).

[10] Cf. Utt, 1988.

[11] Blanquat, Botrel, 1981, 61-62.

[12] Sobre las expresiones de Clarín sobre el poder de mediación de la prensa, véase Lissorgues (1989), Botrel (2002b) y Lissorgues (2005, 2006).

[13] Como dato, puede aducirse que, para los años 1875-1882 (primer semestre), en todos los artículos de Clarín en la prensa, se dan 140 ocurrencias de las palabras «Francia» y «francés», con 29 durante el primer semestre de 1882 (Cf. Alas, 2002 y 2003); búsqueda hecha por María López Carrión a quien doy mis más expresivas gracias).

[14] Al final de su artículo sobre «Valera en Francia» ( El Día , 28-XI-1881; Alas, 2003a, 457-462) , se pregunta si «cuando los críticos de la Revue nos hablan de la novela alemana, de la novela en Rusia, en Suecia, etc. tendrán noticias y traducciones semejantes a las que monsieur Brunetière ha utilizado en ocasión tan desdichada». También pretende no «dejarse contaminar de esa costumbre de la prensa de París, que quiere en cuatro palabras un juicio completo de una obra estrenada pocas horas antes.

 Zola se quejaba amargamente en uno de sus libros acerca del teatro de esa endiablada costumbre» ( El Progreso , 14-IV-1882; Alas, 2003b, 950).

[15] Véase Alas, 2003b, enero-junio 1882.

[16] El Solfeo , 6-XI-1876; Alas, 2002, 600-4.

[17] El Día , 23-I y 13-II-1882; Alas 2003b,824-829 y 868-873.

[18] Cf. El Solfeo , 19 y 20 de octubre de 1877 (Alas, 2002, 818-9). Otros ejemplo (en verso): «Y digo, lamentando otros reveses,/ que por lo que a mí toca,/al mirar como votan los franceses/ se me hace agua la boca./ Y hasta llego a pensar que a nadie ofendo/ si juzgo, a mi manera,/ que mayor libertad y menos Mendo/ para mí los quisiera./ Y quisiera cantar la democracia/ en Francia victoriosa… /Por si acaso al fiscal no le hace gracia/ hablemos de otra cosa» («Francia y España», El Solfeo , 20-X-1877; Alas, 2002, 820-1), o este: «ahora que la Francia no busca héroes legendarios, sino triunfos positivos contra la opresión y la política reaccionaria, la libertad vive entre los franceses contenta y con holgura, y hace serias promesas de no abandonar en adelante un pueblo que ha dado pruebas de ser fiel custodio de tan agusta soberana.

 ¿ Y nuestra pobre España?… («Buen síntoma», La Unión , 20-V-1879; Alas, 2002, 137-9). Véase también Alas, 2002, 824.

[19]  «Enfrente de los Saint-René Taillandier y otros más exagerados Zoilos está el público de todo el mundo, que lee, siente y piensa: Víctor Hugo, decimos todos los que no hemos escrito en la Revista de Ambos Mundos , es el primer poeta del siglo XIX» ( El Solfeo , 2-VI-1878; Alas, 2002, 1055).

[20] Véase, por ejemplo, Alas, 2003b, 961-7.

[21] El Progreso , 18-XI-1881; Alas, 2003b, 765. Para entender el humor de Clarín, es preciso recordar que en 1879, la Cámara de diputados francesa había aprobado una ley cuyo artículo 7 prohibía la enseñanza a los jesuitas y las demás congregaciones no autorizadas por el Estado. Debido a la oposición del Senado de mayoría aún no republicana, se promulgarían dos decretos, de 29 y 30 de marzo de 1880, para los mismos efectos (Información de Jean-Marc Delaunay).

[22]  Cf. Davis (1954, 98-99), Lourenço (2005) y Botrel (en prensa).

[23] L’Assommoir se había publicado en Le Bien public a partir del 13-IV-1876 y en La République des Lettres y el volumen había sido puesto a la venta el 26 –II-1877 y Clarín había podido enterarse de las reacciones en la prensa de Paul de Saint-Victor, Jules Clarétie, Anatole France, Millaud, Houssaye, etc.

[24] Madrid Cómico , 782, 12-II-1898.

[25] Alas, 2003b, 201.

[26]  «Si se lee a los críticos reaccionarios, talentudos pero antipáticos de la Revista de Ambos Mundos y de otras publicaciones oportunistas … en Zola no hay más que inmundicia, escándalo, podredumbre, vicio y degradación (…) es cómico y muy divertido el espectáculo de esos críticos pigmeos arrojándole lodo a la suela de los zapatos con la convicción de que salvan a Francia de otro Sedan … escribe –anónimamente Clarín en el prefacio de la traducción al español de Nana ( apud Saillard, 1995, 71).

[27] Apud Saillard, 1995, 70.

[28] Luego, a propósito de la traducción de Nana , dirá que «la franqueza de estilo de que hace alarde Zola, llega a exceso; este defecto (…) atenúa su delito literario. Zola se ve hostigado por sus enemigos, que con injusticia irritante le desprecian y calumnian, negándose a ver en sus obras los rasgos de genio en que abundan la grandeza y brillantez del estilo en cuanto descriptivo… Zola (…) contesta a la diatriba y al insulto con la exageración y la desfachatez sistemática es el primer novelista de Francia, que no es poco decir por cierto» (Alas, 2003b, 508).

[29] Principia su publicación en enero de 1882 en Le Gaulois , y ya el 27-I el corresponsal de El Imparcial  da cuenta del escándalo del pleito Duverdy(cf. Mitterand, 2001, 616-621).

[30] No cabe duda, por otra parte, que Clarín se había enterado de lo que M. de la Revilla, Gómez Ortiz, U. González Serrano y demás habían dicho o escrito sobre el tema, desde una permanente interlocución operada en el Ateneo de Madrid o la lectura de sus publicaciones (cf. Clémessy, 1973, 55-73).

[31] Véase Noisel, 1970 y Lissorgues, 1998.

[32] «Valera en Francia» (Alas, 2003a, 457-462).

[33] «Sin duda es preferible verse en libros franceses… pero en castellano, a verse mal traducido», escribe Clarin, sin percatarse, tal vez, de que la preocupación de Garnier era más más bien vender libros españoles en Hispanoamérica que en Francia… (cf. Botrel, 2001).

[34]  Merecería comprobarse si, en los artículos de Clarín que sobre temas extranjeros versan se establece o no sistemáticamente una relación explícita o implícita con España.