Jean-François Botrel : « De hispanistas e Hispanismo »( publicado en : Chul Park (ed.), Actas del XI Coloquio internacional de la Asociación de Cervantistas. Seúl, 17-20 de noviembre de 2004, Seúl, Universidad Hankuk de Estudios Extranjeros, 2005, p. 31-42).

 

Muy oportuno me parece, en este encuentro cervantino, traer a cuento una frase del primer presidente de la Asociación Internacional de Hispanistas, Dámaso Alonso (2003, 46), cuando, en 1962, en su discurso inaugural del II Congreso  de Nimega, definía el mundo de la cultura hispánica  como « la selva milagrera donde al caballero hispanista se le puede dar, una tras otra, estupendas aventuras". Y al referirse a los « afanes » de los modernos "héroes" del hispanismo insistía en que se trataba ante todo de "una posición espiritual, una selección, en el que tuvo que haber un cotejo y aun un forcejeo de culturas" ; "un deseo electivo y una voluntad de trabajo", antes de que llegara el hispanismo a definirse como un campo y una tarea.

            Lo cierto es que esta « rara pasión » como la califica Mainer (1988), antes de ser profesión, fue afición[1] ; algo muy personal antes de ser gremial, teorizado, estructurado. De hecho, como destaca Juan Antonio Frago Gracia (2003, 45), la incorporación de « hispanismo » al Diccionario de la Real Academia Española en 1936 es bastante posterior a la existencia léxica, social y científica del hispanista[2], « palabra con un sentido de clara asignación a los extranjeros (« los extranjeros de origen que se especializaron en el estudio de la lengua y la cultura » hispánica »), abriéndose progresivamente la palabra « a lo español e hispano, generalizándose de tal modo que ya no se hagan distingos entre los estudiosos »[3].

Las sucesivas y contrastadas pero convergentes miradas y obras de los distintos y sucesivos hispanistas han ido nutriendo el concepto que hoy nos reúne e unifica, y por ello, antes de reflexionar sobre nuestros actuales compromisos, importa hacer un breve repaso histórico para entender cómo hemos venido a ser lo que somos y lo que es hoy el Hispanismo.

 

La mirada del hispanista. En la historia de las naciones, observarse una a otra siempre obedeció a un interés intelectual y estratégico : la mirada del hispanista es una mirada interesada. Vista desde España y otras naciones hispanohablantes, fue y, en parte, sigue siendo la "mirada del otro" (Saz, 1998), pero de un otro que al principio no se llamaba hispanista a pesar de que ya estaba aficionado "al estudio de la lengua y literatura españolas y de las cosas de España", como aún decía el Diccionario de la Real Academia en 1970, o empezaba a profesar el « estudio de lenguas, literaturas o culturas hispánicas o está versado en él », como ahora dice, dándole un sentido más amplio.

            Hace ya más de un siglo que los hispanistas « extranjeros » vienen mirando a España y a Hispanoamérica, desde otro país, no sólo con afición, sino como un objeto merecedor de una visión y cuestionamientos científicos : para constituir a España y a lo hispánico en objeto científico, hubo que aprender, desde los distintos hispanismos, a distanciar una mirada, histórica y naturalmente ya distante de por sí (Botrel, 2001), a pesar de la vecindad, caso de Francia y Portugal con respecto a España, por ejemplo. Para poder calar en la esencia de la lengua, la literatura y la historia y ofrecer algo de provecho para los miembros de las distintas comunidades nacionales, pero también para los españoles y los hispanoamericanos que llegasen a oir y a leer a los hispanistas « extranjeros ». Se han ido superando las meras relaciones de viajes y los informes de los cónsules o las opinables manifestaciones de hispanofilia o hispanomania de marras, para desde fuera, distanciando la mirada, construir una ciencia de ambiguo estatuto epistemológico, pero ciencia, al fin y al cabo[4], que pudiera servir de referencia y base para la formación de unos profesionales de lo hispánico : los profesores de lengua, literatura y civilización hispánicas y los expertos de la lengua  o sea : los hispanistas, al servicio de la comunicación, la docencia y la traducción –las bases del hispanismo-, pero también de la investigación, para cualquier tarea de mediación entre el mirado y el mirante. Por supuesto, en cuanto fueron cobrando suficiente entidad, se organizaron en sendas asociaciones nacionales de hispanistas para afirmarse cara a las demás disciplinas y defender unos legítimos intereses gremiales[5].       

Como partícipes de la difusión de la imagen de España y de Hispanoamérica en el mundo, los hispanistas de cada nación son productores de unas imágenes específicas que remiten tanto a la historia del país mirante como a la del país mirado. Lo cierto es que el hispanista, al contribuir a la formación de la opinión de sus conciudadanos, pudo ser un « desfacedor de estereotipos » o al menos contribuir a que evolucionaran las representaciones de lo hispánico, que se volvieran más exactas.

Aquí convendría hacer una historia contrastada de las relaciones establecidas desde cada país con el objeto mirado, procurando aquilatar las consecuencias culturales y científicas de las evoluciones observadas en uno y otro, que a su vez supusieron una evolución en las representaciones y en las miradas.

¿ Qué duda cabe, por ejemplo, que a partir de 1978 y más aún de 1986, al cambiar España cambió la mirada y hasta la razón de ser de los hispanistas dedicados a la Península ? Las políticas culturales llevadas a cabo hacia fuera con sus exposiciones, traducciones, ciclos de cine, etc., el eficaz trabajo de los embajadores y consejeros culturales de España por el mundo, del Colegio de España en París, del Instituto Cervantes, hicieron que el 23F perteneciera definitivamente al pasado y que la imagen de España apareciera con nuevo cuño. El auge de la investigación en las universidades creó nuevos equilibrios para unos diálogos cada vez más apaciguados (Botrel, 2001). Lo mismo, mutatis mutandis, se podría decir a propósito de Hispanoamérica.

Pero, por otro lado, ¿cómo valorar históricamente el que gran parte de la formación de los hispanistas y de la producción de los distintos hispanismos extranjeros se debiera a los "exiliados culturales" de España y luego de Hispanoamérica o a sus hijos ? ; ¿quién dirá lo que pudo suponer para aquellos hispanistas malgré eux, tener que mirar desde lejos lo que llevaban en el "hondón del alma"? ¿Cómo no percatarse de que el fomento de los estudios hispánicos en muchos países cuenta cada vez más con la participación e implicación de nativos y que detrás de la nacionalidad oficial puede  haber entrado todo el fecundo aluvión de otra tradición e identidad….

Hoy en día, cuando en el Hispanismo colaboran tanto los hispanistas españoles e hispanoamericanos como los « hispanistas de otras lenguas y orígenes » como decía Dámaso Alonso (2003, 43), el hispanismo de los hispanistas extranjeros sigue obedeciendo a las necesidades y  a las tradiciones propias de cada país, pero también ha venido a ser un hispanismo de cooperación[6]: en él que se cruzan y contrastan las miradas sobre unos objetos que van siendo propuestos cada vez más, con legítimo protagonismo, por los hispanistas españoles, mexicanos, argentinos, etc. que pueden automirarse, pero también aplicar su mirada a un otro también hispánico, caso de los especialistas del Siglo de Oro en Argentina o de los latinoamericanistas en España, por ejemplo. Desde las distintas universidades, pero también entidades como el Instituto Cervantes, la Fundación Duques de Soria o la Fundación Carolina, el Colegio de México o el Instituto de Filología y literatura Hispánicas « Amado Alonso » en Argentina, los filólogos, lingüistas, teóricos de la literatura o historiadores y etnólogos, etc. dan la pauta, van seleccionando en unas miradas más fragmentadas pero también más compartidas, lo que les importa para su propio y colectivo quehacer y permiten, a través de los coloquios o de las editoriales, una circulación más eficaz de los resultados de la investigación del hispanismo internacional. En esta situación, el papel de los hispanistas mediadores entre la cultura hispánica y las culturas propias también puede ser  fuente de enriquecimiento para los países hispánicos, por muy insólita o no conforme que parezcan a veces las visiones resultantes. Y conste que, en las ciencias humanas y sociales, el hispanismo no puede concebirse de veras sin las correspondientes y recíprocas miradas del germanismo, francesismo, americanismo, etc. [7].

Resultado de todas esas evoluciones en la larga duración, es el hispanista de hoy , o sea, con palabras de Augustin Redondo (Actas 98, I, XX), en el XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas en Madrid, « el que habla español, que viva dentro o fuera de España o de uno de los países de Latinoamérica –siendo nativo o no-, que enseña y (o) difunde esta lengua a nivel universitario e investiga sobre ella y sus rasgos específicos, sobre las literaturas, las civilizaciones, las culturas correspondientes. El Hispanismo abarca pues tanto a filólogos como a historiadores, en particular a historiadores de la cultura, a lingüistas y a teóricos de la literatura como a antropólogos, y asimismo a especialistas de diversos tipos de acercamiento crítico : ideológico, semiológico, psicoanalítico, estructuralista, formalista, etc. ». Tres años después, Lía Schwartz atribuirá la calidad de hispanista « a todos los investigadores del campo de hispánicas, incluidos los españoles e hispanohablantes » (Actas 01), definición refrendada ya por el Diccionario de la Real Academia Española.

            Así las cosas, en tiempos en que el interés por la alteridad ya resulta políticamente correcto y han desaparecido casi del todo los recelos de marras[8], importa no perder de vista cómo el Hispanismo puede enriquecerse con este juego complejo de espejos y  miradas cruzadas y contrastadas.

            Si no puede ser lo mismo, desde el punto de vista de la identidad, interesarse por lo propio o por lo ajeno, la progresiva inserción en un marco supranacional, como es el caso de Europa o de Latinoamérica, ha de producir a la larga unos efectos homogeneizadores : al inscribirse, cada vez más, en un espacio de eurovalores -que no sean sólo una moneda-un marco de referencia europeo, los hispanistas europeos, por ejemplo, al mismo tiempo que se va diluyendo lo más marcado de las tradiciones nacionales, van convenciéndose que las peculiaridades y desfases del « caso » español son menos relevantes, tal vez, que las semejanzas e isocronías…

            Sin que desaparezca la razón de ser del hispanista capaz de comprender cómo a partir del núcleo del español y de lo hispánico, en sus distintas modalidades y aplicaciones, se va desenvolviendo un mundo y tal vez una visión del mundo en expansión.

            De ahí la necesidad de dar un nuevo sentido renovado a la « posición espiritual », a la « afición » de que hablaba Dámaso Alonso, pero también a la dedicación que implica, con conciencia y exigencia.

 

Hacia un nuevo hispanismo.  Las primeras interrogaciones –paradójicas- surgen a propósito de la lengua española.

Es sabido que la lengua y toda la producción en lengua española -su tronco común clásico (cuando España e Hispanoamérica se "confundían")- es la que sigue sirviendo de referencia común y que se da un auge del español, tanto por el número de locutores (417 millones) como por el de los que la están aprendiendo por el mundo. Trátense de competencias lingüísticas primarias (maternas) o secundarias (aprendidas), nucleares o subsidiarias, es para los hispanistas la lengua del intercambio científico y para muchos más una lingua franca.

            Pero, como recordaba Augustin Redondo (Actas 98, I, XXI), « una palabra inserta en su inmediatez, sin profundidad histórica, es una palabra moribunda ». Para el hispanismo es imprescindible fomentar una reflexión científica y práctica sobre la evolución de las distintas formas de la lengua española inclusive hoy, y sobre las condiciones de su enseñanza como lengua « propia » o « extranjera », en sus relaciones con otros idiomas, incluso los vehiculares en un país mayoritariamente « hispanófono ». Pero, también le consta que, sin volver a los debates de fines del siglo XIX sobre la polémica de la « ciencia española » o sobre la decadencia e inferioridad de las sociedades latinas, las recientes interrogaciones sobre las características de la lengua española como lengua –o no- de pensamiento, apta para la ciencia[9],  traducen una inquietud preocupación de mayor trascendencia.

            No basta, pues, con referirse machaconamente a las « cifras rimbombantes de tantísimos millones que habla español en el mundo » (Egido, 2004), por muy amplios y diversos que resulten sus horizontes para los hispanistas ; es preciso lograr que a lo hispánico queden asociados unos bienes y valores apetecibles desde distintos horizontes de expectativas, culturales, por supuesto, pero también científicos, tecnológicos, económicos, etc.

Lo destacaba, hace poco, Aurora Egido (2004, 45) la lengua española y la cultura hispánica « ocupan muy pocas casillas no sólo en las instituciones y foros internacionales, sino en el tan cacareado canon, que suele ser además de imperativa y clamorosa restricción occidental » y  « pese al imparable crecimiento del español, el Hispanismo no deja de ser una ínsula en el panorama de nombres y títulos canonizados ». Lo confirma el canon de facto que viene a presentar la red electrónica de información :  en el reciente estudio sobre los « Iconos culturales hispanos en Internet, publicado en  el Anuario del Instituto Cervantes 2004 (Cueto, Soler, Noya, 2004) se puede comprobar que si Pablo Picasso ocupa un halagüeño puesto después de Leonardo da Vinci y antes de Andy Warhol, Miguel de Cervantes y G. García Marquez sólo se clasifican en el 20 y 21° y García Lorca en el 35°, etc., con el interesante –y preocupante- diagnóstico de que existe un nicho de contenidos culturales en inglés pertenecientes al ámbito español e hispanoamericano en Internet proporcionalmente superior al número de contenidos en español, y más « universal ». Con evidentes dificultades para lo hispánico por darse a ver y a conocer en una situación en la que España no tiene el monopolio de lo español no ya en la lengua sino tampoco en la cultura (Cueto, Soler, Noya, 2004, 152) : consta que los iconos propiamente hispanoamericanos tienen una presencia más extensa y homogénea que los españoles, sin olvidar que lo español puede expresarse a través de otros idiomas propios de España.

Esta situación global es, por cierto, reiterado motivo para interrogarse dentro del Hispanismo acerca del papel de la traducción cara a la circulación de la literatura y de la ciencia hispánicas por el mundo, y por ende sobre todos aquellos iconos hispánicos que, por más que tengan de alguna manera su origen en la práctica del idioma español, utilizan otro (como el inglés) para su divulgación y acceso a la cultura y a un saber hispanos. Ha de ser una legítima interrogación del Hispanismo como pieza singular en la propagación de las aptitudes para captar lo hispánico, pero también en la mediación.

Pero también es motivo para interrogaciones sobre el propio estatuto del Hispanismo. En un reciente y sugestivo ensayo, Gonzalo Navajas (2002) no duda en afirmar que el impacto del hispanismo « rara vez alcanza el espacio público y queda limitado a la apacibilidad del ámbito académico ». A una explicación histórica ("el hispanismo ha sido una fuerza de proyección de una cultura que a diferencia de otras opciones culturales (...) se ha visto obligada a abrirse un espacio entre otras opciones mayoritarias y prevalecientes"), añade el ensayista  un rasgo más idiosincrático del Hispanismo tendente a la «  preservación del statu quo cultural, de oposición al cambio y de identificación de la cultura en español con un pasado áureo más que con un futuro renovador », con una consiguiente  "insularidad de la cultura crítica hispánica" y una "aparente incapacidad para integrarse de manera creativa y no ancilar dentro de las corrientes determinantes del discurso crítico internacional", y llega a propugnar : "en lugar de la tradición y la insularidad, la inclusión de lo nuevo y diferente".

No es este el lugar para un debate epistemológico ni estratégico, pero nos consta que si bien es verdad que el Hispanismo adolece aún de su indecisa identidad y de su insuficiente impacto (a pesar de su ingente producción[10]) y que se nutre en una salutífera tradición filológica, también es verdad que su relativa especificidad está precisamente en no haberse constituido como coto cerrado ; al practicar un fecundo « braconnage », para una posterior hibridación o un ingenioso « bricolage », con muy originales resultados a menudo , y al admitir una diversidad de métodos y de tradiciones nacionales se ha librado de ser "un movimiento monolítico con una unidad de criterios y procedimientos", y su consciente inscripción en la historia le permite no caer en la tentación de dejarse llevar por las corrientes y tendencias al uso[11]. En su discurso de Nueva York, Lía Schwartz  insiste sobre las peligrosas consecuencias de « los supuestos fenómenos de la globalización (que) van paradójicamente acompañados de una progresiva atomización del saber » o de « ciertas teorías, como la « política de la identidad » (que) voluntaria o involuntariamente, han ido en desmedro del estudio desinteresado de las literaturas y culturas que son nuestro objeto de investigación » ; a dichas tendencias, opondrá unos « ideales de pluralismo », recordando que «  sólo la resistencia a las tendencias aislacionistas de cierto tipo de crítica  seguirá permitiendo el auténtico intercambio de ideas en un plano internacional », afirmando la necesidad de « levantar las "falsas barreras" entre continentes y periodos que sólo consiguen obstaculizar la expansión del saber » (Actas 01). 

En esta misma pluralidad convergente de finalidades y métodos aplicados, individual o colectivamente, a un campo no limitado a la crítica, sino abierto a la historia, a la antropología cultural, y por supuesto a la cultura visual y auditiva, está -tal vez paradójicamente- la fuerza y –si cabe- la originalidad de este Hispanismo de hispanismos[12], y la garantía de que se pueda desenvolver en mundo tentado por la uniformización y el « política -o científicamente- correcto ».  Lo cual no quita por supuesto, una necesaria y constante preocupación por no ignorar –sin incurrir en el peligro de la reverencia o de la submisión- la « nueva condición posmoderna, global y digital, ha provocado cambios en los parámetros de la comunicación » (Navajas, 2002).

De todo esto dependende su efectiva y diversificada capacidad  de proyección y de retroacción : lo que puede incorporar, aun sin tener una autopercepción homogénea dentro de la « creciente multipolarización cultural », desde la conciencia cada vez más compartida de que su quehacer tiene una dimensión geopolítica cuando se viene observando una propensión a la "unidimensionalización del mundo".

Tal perspectiva de un enriquecimiento y potenciación y  una creciente afirmación del hispanismo como « ciencia » sui generis para la producción y oferta de nuevos emblemas, valores, etc., no hace obsoleta la función de vigilia de los hispanismos "nacionales" con la necesidad de estudiar lo foráneo o la alteridad, con una mirada selectiva o global, para poder comprenderlo y actuar como nación o como ciudadano, incluso dentro de unos  espacios cada vez más homogéneos y/o parecidos. Para los países hispanófonos –además de la inacabable reflexión sobre la historia de sus relaciones históricas y mutuas- estas distintas aportaciones son fuente aprovechable para una autopercepción más « exacta » lúcida y seguramente « valorizante ». Pero también, con la atenuación de las diferencias nacionales dentro de estos nuevos espacios y el desarrollo de las comunicaciones físicas y electrónicas, se puede esperar que, gracias a la pluridimensionalidad y globalidad de su mirada, no excluyentes de la historia, de la etnología, de la sociología, de la literatura comparada, etc., se privilegie la función mediadora de un hispanismo ya sin fronteras, como productor de un saber sui generis, por supuesto, pero también como pasarela y, también, como instrumento de resistencia y de afirmación de una latinidad lingüística y cultural renovada, de una posible hispánica o románica vía de vida en un mundo en vías de una preocupante uniformización y la expresión de una voluntad de pensar y asumir responsabilidades cara a lo que representa para gran parte de nuestro mundo, la antigua, nueva y actual hispanidad.

            Así las cosas, ¿ cuál puede ser el papel y la responsabilidad de un hispanismo internacionalmente planteado dentro de una Asociación Internacional de Hispanistas ?

 

Responsabilidad y cometidos de un hispanismo internacional. Viene a cuento recordar que en las motivaciones de los fundadores de la Asociación Internacional de Hipanistas en 1962, estuvo desde el principio la preocupación por hacer audible, dentro de la emblemática UNESCO, la voz del hispanismo[13].

Desde aquel entonces, con creciente eficacia, ha ido cumpliendo con sus finalidades o sea , como reza el artículo 1° de sus Estatutos: « el fomento de los estudios hispánicos en todos los países, la organización de congresos en los que los miembros pueden presentar comunicaciones, el estudio de asuntos de interés común referentes a las lenguas y las literaturas peninsulares e iberoamericanas y de los aspectos culturales relacionados con ellas, la publicación de las actas de dichos congresos, y también la colaboración con instituciones internacionales de carácter cultural, como la UNESCO » , pero también ha sido responsabilidad suya ofrecer desde una concepción abierta del Hispanismo un foro permanente de debate e intercambio y contribuir con no poca pertinacia y eficacia a fomentar una necesaria reflexión de tipo epistemológico supra y transnacional[14], entre las distintas dedicaciones sino escuelas y tradiciones que en ella se mezclan y funden. Ya lo decía en 1965  Dámaso Alonso (2004, 43) : "nuestra Asociación abre los brazos no sólo a lingüistas y a críticos literarios, sino también a historiadores y a críticos e historiadores del arte, y aún a creadores literarios", y lo ha confirmado el presidente A. Redondo (BAIH, 2/95, 10) , al reafirmar la vocación de la AIH a « ser una institución abierta en que los diversos especialistas de nivel universitario, dedicados al estudio  e investigación del amplio campo del hispanismo (lenguas, literaturas, civilizaciones, culturas) se sientan a gusto, puedan intercambiar ideas, confrontar métodos, entablar nuevas relaciones científicas ».  

Este « gesto de inclusión », ha venido practicándolo la AIH, acogiendo a todos los representantes del hispanismo en el mundo (con la representación de más de 50 naciones), cooperando con las asociaciones nacionales de hispanistas existentes y las que se fueron creando, como la Asociación Argentina de Hispanistas o la Asociación Asiática de Hispanistas, dando la bienvenida a las asociaciones más específicas, que acogen a especialistas de épocas (como la AISO o la Asociación de Cervantistas), de temáticas, de métodos aplicados a la cultura hispánica o a catalanistas y lusistas. No dudó en cooperar con el Consejo general del Hispanismo, mientras existió, con el Instituto Cervantes –cada vez más- y, desde 1993, con la Fundación Duques de Soria (Botrel, 2004).

También es cometido suyo -aparentemente más modesto pero de mucha trascendencia a corto y largo plazo- el favorecer, a través de su Boletín anual y de la proyectada base de datos la circulación de la información sobre los quehaceres de los distintos hispanismos nacionales y permitir una mejor mutualización y apropiación de los resultados de la investigación[15].

A esta añeja preocupación por « establecer puentes entre los hispanismos » ya que, como recuerda L. Schwartz (BAIH, I/94, 9), « la marcha de la investigación sobre una cultura y su literatura se enriquece en el diálogo no sólo interdisciplinario sino internacional », obedeció, por cierto, la organización en Monterrey, coincidiendo con el XV Congreso de la AIH, del I Encuentro de Presidentes de Asociaciones Nacionales de Hispanistas, con representación de 18 asociaciones[16], para in fine  « capitalizar (…) un bagaje institucional y humano ya existente en beneficio de todos », pues, es cada vez más evidente que el « marchamo diferenciador de los distintos hispanismos viejos y nuevos se incardina dentro de un Hispanismo singular que todo lo abarca y a todos concierne »  (Egido, 2004, 47).

Por cierto, a la AIH le faltará aún atraer a los especialistas de los campos menos representados (historia, lingüística, teoría literaria, etc.), y hacer que se fortalezca el interés de sus socios por Latinoamérica…, pero ¿qué duda cabe que ya logró lo fundamental : una nueva visión más coherente de lo que es el Hispanismo y de lo que ha de ser un hispanista ?

En la piña virtual que se va constituyendo, entran la « necesaria heterogeneidad de las metodologías puestas en juego para el estudio de la lengua y para la recuperación de las literaturas y culturas hispánicas », así como la « aceptación de la diversidad cultural de nuestros socios » L. Schwartz (Actas 01), con la paralela preocupación por « obliterar las diferencias nacionales y disciplinarias », con no poca coherencia y creciente impacto, en total.

 

Conclusión. El Hispanismo, uno y vario, nacional e internacional, es a la vez bien propio y ajeno, siempre renovado e incrementado, y los hispanistas –caballeros de un pacífica y cada vez más numerosa legión- siguen bregando con ilusión y lucidez por « contagiar a los mortales de otras geografías la pasión que sus miembros profesan por la lengua de Cervantes y las literaturas que ella ha gestado en España y América », según la conocida frase de Mario Vargas Llosa (apud Egido, 2004, 45-6). Pero no sólo por la lengua y la literatura, sino por todos aquellos bienes y valores, que sin pretensión a la hegemonía, pueden asociarse con la historia y el presente de los países hispánicos. Porque, si como profetizaba E. L . Rivers en 1989, en Barcelona, el hispanismo es « llamado a ser la atalaya de las muchas formas hispánicas de vivir y de pensar, de hablar y de escribir » (Actas 89, I, XXXII), será porque los hispanistas  no  se olvidaron de aquella frase de A. Rosenblat en 1971 :   « nuestro hispanismo es nuestro humanismo y no es un coto cerrado »[17].

 

 

 

 

Estudios citados

 

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- Actas 01=Actas del XIV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (Nueva-York, 16-21 de julio de 2001). Edición de Isaías Lerner, Robert Nival y Alejandro Alonso,

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[1] Para Aurora Egido (2004, 45) « el término « afición » que lo define y lo entrañable del mismo debería marcar la pauta de cuantos trabajen por querencia cara al futuro de los estudios hispánicos ».

 

[2]  Pero antes de que se acuñara la palabra « hispanista », ya existía la actividad, como bien deja sentado Juan Gutiérrez Cuadrado(2004).

 

[3] Como recuerda A. Egido, si bien el Primer Congreso de la AIH « llevaba el sello de un hispanismo que excluía aparentemente a los españoles bajo esta denominación, el II, como quería Dámaso Alonso, los extendió ya como parte de un común empeño que cada vez se fue extendiendo más en la amplitud de las materias y los métodos empleados » (BAIH, 8/01, 16). Si para el Diccionario del uso del español actual un hispanista es una « Persona que estudia la lengua y la cultura hispánicas. Normalmente referido a extranjeros », para el Diccionario de la RAE (20a edición) es hispanista la « Persona que profesa el estudio de lenguas, literaturas o culturas hispánicas o está versada en él ». Para los historiadores españoles, el hispanismo sigue asociado con una « mirada desde fuera » (cf. Saz, 1998, 11 y Miralles, 2000).

 

[4] Los sufijos –ista et –ismo suelen remitir a una inclinación y/o especialización, luego reivindicada, con la palabra hispanista, desde una voluntad de afirmar una identidad y estatuto epistemológico, por muy débil o ambiguo que resultara, con respecto a las demás disciplinas canónicas. Interesaría poder rastrear en los distintos hispanismos nacionales la emergencia del término.

 

[5]  Cf. Botti, 2000, 153 y Egido, 2003, passim.

 

[6] Cf. Botrel, 1998

 

[7] Por ello Hablemos el coreano , oportunamente reimpreso por el Prof. Park Chul con motivo de este encuentro, no sólo es un manual para el aprendizaje de la lengua coreana, sino una invitación hecha a los hispanófonos e hispanistas a entrar en la cultura coreana.

 

[8] Como en 1947, cuando desde Madrid, en Arbor, denunciaba el Dr. Juan Roger denunciaba en el hispanismo esa "especie de imperialismo inconsciente, ese "deseo de propaganda". Una « respuesta » por parte del Gobierno español consistió, a finales de los años 1950, en intentar organizar al hispanismo internacional (Pierce, 2004).

 

[9] Cf. Bueno, 2003, Sotelo, 2003, Sánchez Ron, 2003. 

 

[10] Se echa aún en falta una base de datos sobre la producción del hispanismo en el mundo, con todas sus facetas.

 

[11] Como publicar, pongamos por caso, una historia de la literatura española definida como "literatura peninsular de lengua española" (Saz, 1998, 31). Pero otros hispanistas se atreven a propugnar una visión globalizante de lo español, de lo latinoamericano y de lo hispano…

 

[12] Como recordaba Franco Meregalli (Actas 86, XVI),  al referirse a la AIH, si los hispanistas son especialistas, no suelen ser partidarios del especialismo « que se aisla », porque « el especialismo que se aisla es un especialismo que se esteriliza. Al especialismo deben acompañarse aberturas, en sentido diacrónico, según nos asegura la tradición de estudios monolingüísticos que hemos heredado ; en sentido sincrónico, como sucede cuando, al ocuparnos de la cultura hispánica de una época, descubrimos la necesidad de relacionarla con la contemporánea de otros dominios lingüísticos ; en sentido metodológico, cuando advertimos la necesidad de estudiar los mismos objetos en función de diferentes aproximaciones epistemológicas y procedimentos eurísticos ».

 

[13]  Según Pierce (2004, 8), se fundó « para poder representar el español dentro de la Federación Internacional de lenguas y Literaturas modernas afiliada a la UNESCO ».

 

[14]  Cf. Jaime Fernández (1998).

 

[15] En el último boletín de la AIH (10/03), en la sección « El hispanismo en el mundo »  vienen repertoriados más de 2. 500 libros ( la mitad de ellos publicados en España ; 288 en México, etc.), y se ofrece una información sobre las actividades de los hispanistas en 35 países, inclusive Corea, por supuesto.

 

[16] La crónica del encuentro puede consultarse en la página web de la AIH (http://www.dartmouth.edu/~aih).

 

[17] Sintomático de tal asociación es el lapsus hallado en el índice del número 33-34 del Boletín de la Fundación Federico García Lorca (Egido, 2003, 7), donde el artículo de Juan Antonio Frago Gracia « Hispanismo, hispanista » viene como « Humanismo, humanista ».